Con José Miguel Sánchez Peña
Publicado en RODA PEÑA,
José (coord. y ed.): XX Simposio sobre
Hermandades de Sevilla y su provincia, Fundación Cruzcampo, Sevilla, 2019,
pp. 209-228, ISBN 978-84-922661-8-0
A la memoria de
D. José González Isidoro
Introducción
Dentro
del panorama de la escultura de Sevilla en las últimas décadas del siglo XVIII
y las primeras del XIX el imaginero Juan Bautista Patrone y Quartín supone un
caso peculiar. Contemporáneo de Cristóbal Ramos, Blas Molner o Juan de Astorga,
alcanzó tal vez un nivel artístico más discreto que éstos. No obstante, en el
ámbito sevillano este italiano posee el interés de personificar una estética
singular, la de la escuela genovesa. Así, frente al nutrido grupo de escultores
ligures que se asentaron en Cádiz y su entorno durante el siglo XVIII, Patrone
constituye una figura excepcional en la Sevilla de su época. De hecho, su obra,
aunque atemperada por un tenue neoclasicismo, parte de los modelos formales de
los seguidores del gran maestro barroco de la escultura en madera de Génova, Antón
María Maragliano.
Junto
a ello, las últimas investigaciones parecen demostrar que Juan Bautista Patrone
fue un artista prolífico y que contó con una amplia clientela, dentro de la
cual sobresalieron cofradías y parroquias de la ciudad de Sevilla y de toda su
archidiócesis. Es la conclusión a la que podemos llegar a partir de su ya
cuantioso catálogo de obras, documentadas y atribuidas. Y esto, a pesar de que
las aportaciones sobre el imaginero y su producción son relativamente muy
recientes. En este sentido, tras valiosos hallazgos efectuados en la década de
los ochenta del siglo XX[1],
el primer intento de hacer un acercamiento global a Patrone no se produce hasta
1998, de la mano de José González Isidoro, en un artículo crucial que sentó las
bases de estudios posteriores[2]. Tras
él nuestro conocimiento sobre el artista se ha enriquecido con un buen número
de publicaciones[3]. A todas ellas sumamos ahora
el presente trabajo que busca, sobre todo, incidir en uno de los temas
iconográficos más destacados, si no el que más, de toda su obra. Nos referimos
al de Cristo Crucificado, en el que pretendemos profundizar a partir del
análisis de una serie de imágenes veneradas en Sevilla y su provincia, algunas
de ellas titulares de hermandades de penitencia. Con todo, haremos también alusión
a varias piezas íntimamente relacionadas con ellas y que se conservan en
localidades pertenecientes al antiguo arzobispado hispalense, aunque hoy dentro
de la actual provincia de Cádiz y de la nueva diócesis de Jerez.
Pero
antes de entrar de lleno en el tema central de este artículo, merece la pena
que hagamos una breve reflexión sobre la trayectoria profesional del artista.
Patrone nace hacia 1749 en la localidad
genovesa de Voltri. Parece que hacia 1760 llega a Sevilla. Era aún un niño y
entra a aprender el oficio de escultor con un maestro de su misma nación
instalado en Andalucía, cuyo nombre se desconoce y que resulta complicado
identificar. Sólo se sabe que dicho maestro tuvo un taller itinerante y que
trabajó con mayor asiduidad en Cádiz y Málaga, ciudades en las que Patrone
residió en diferentes temporadas[4]. Respecto
a la actividad de imagineros genoveses en Málaga, podemos señalar que perdura todavía
alguna pieza que parece reflejar la presencia de artistas ligures en ella
durante el siglo XVIII. Sería el caso de una talla de San Fidel de Sigmaringa
conservada en el convento de Capuchinos y que ha sido en fechas recientes
relacionada con la “técnica de los
escultores genoveses establecidos en Cádiz en el siglo XVIII”[5].
El anónimo autor de esta escultura se muestra ciertamente en una línea cercana
a Francisco Galleano o Antonio Molinari. Resulta muy arriesgado identificarlo
con el maestro de Patrone, aunque no podemos tampoco descartarlo por completo. Es,
en cualquier caso, llamativo el hecho de que la imagen se encuentre en el mismo
convento donde el propio Juan Bautista tomará los hábitos de capuchino, cansado
de esa vida itinerante junto a su maestro, un cenobio para el que quizás ambos
pudieron trabajar previamente.
Al parecer, en torno a 1779, con unos
treinta años, se instalaría definitivamente en Sevilla, tras un fugaz periodo
como fraile. No obstante, sus primeras obras conocidas se fechan en 1787. Al
año siguiente contrae matrimonio con María de los Ángeles Acosta, perteneciente
a la importante familia de retablistas de este apellido. De hecho, era nieta de
Cayetano de Acosta, hija de Francisco de Acosta “El Mayor” y hermana de Francisco de Acosta “El Mozo”. Los lazos
familiares con los Acosta parecen fundamentales para entender una parte de la
gran extensión de su obra por toda la archidiócesis de Sevilla. Sobre todo,
debido al temprano fallecimiento de su suegro, parece fundamental su
colaboración con su cuñado, que ejerció el influyente cargo de maestro mayor
tallista del arzobispado. No obstante, tal vez, uno de sus primeros trabajos
junto a los Acosta sea su intervención en el retablo de la capilla de Afuera de
la Cartuja de las Cuevas, obra que ha sido asignada a su suegro Francisco de
Acosta “El Mayor” y fechada en los años ochenta del siglo XVIII[6].
En ella pudo intervenir en el ático, haciendo la escena de la Virgen con los
cartujos inspirada en el conocido cuadro de Zurbarán, ya que la figura mariana
responde claramente al estilo de Patrone[7]. En
el caso de su cuñado, puede citarse el retablo de San Francisco de Paula de la
iglesia de San Martín de Sevilla, donde está confirmada la autoría de la
arquitectura por parte de Francisco de Acosta “El Mozo” en 1827, siendo la
imagen atribuible con fundamento al genovés[8]. Veremos
además que hay fundados indicios de que ambos pudieron colaborar en trabajos
para las parroquias de Villaverde del Río y Espera.
No obstante, tampoco podemos obviar su
documentada participación en obras de otros retablistas sevillanos. Uno de los
más importantes del momento, Manuel Barrera y Carmona, reforma el retablo de
Ánimas de la iglesia del Salvador de Sevilla, incluyendo en 1787 unos relieves,
que son los ejemplos más tempranos de la producción de Patrone[9]. En
fechas más tardías, en 1815 y 1817, consta su colaboración con Miguel Albín,
haciendo figuras de ángeles para dos retablos desaparecidos de la Hermandad del
Valle y para el de la capilla del Rosario, del antiguo convento de San Pablo, actual
sagrario de la parroquia de la Magdalena[10]. Menos
conocidos son los maestros que intervienen con él en la ejecución del perdido
retablo de la Trinidad de la iglesia de San Andrés en 1814[11].
En todo caso, son noticias que muestran su asidua participación en la ya severa
decoración retablística de su época.
A todo esto hay que unir, para
comprender su amplia producción, una trayectoria prolongada de actividad
documentada en Sevilla, que alcanzó, al menos, los cuarenta y cinco años pues
está probado su trabajo hasta, al menos, 1832, cuando había alcanzado la
avanzada edad de 83 años, desconociéndose, por cierto, la fecha exacta de su
óbito.
Respecto al catálogo de obras conocidas hasta
al momento, tanto documentadas como atribuidas, aunque estamos de acuerdo con
la mayor parte de las propuestas en las distintas publicaciones, hay algunas
que consideramos dudosas e incluso claramente descartables. Entre ellas, en
esta ocasión sólo vamos a incidir en que hay que descartar de manera definitiva
su autoría sobre el Cristo de la Virgen de las Angustias de Sanlúcar de
Barrameda. Además de no compartir el estilo de Patrone, existe constancia documental
de su ejecución en Cádiz en 1807[12],
siendo fundamentada por esto y por razones formales su atribución a Cosme
Velázquez[13].
1. Los crucificados en la producción de Patrone:
consideraciones generales
Una
de las características más singulares de los crucificados genoveses, realizados
por Antón María Maragliano y los escultores de su entorno, es la disposición en
forma arqueada que ofrecen. Esa disposición asimétrica respecto a la cruz,
también atañe a los brazos y a las piernas. Ello lo podemos constatar en dos
crucificados bien conocidos que llegaron a
España, el del Carmen de San Fernando (Cádiz) y el de la Vera Cruz de San
Francisco en Cádiz[14].
No
obstante, diversos escultores genoveses asentados en Cádiz, como Francisco
María Mayo, Domingo Giscardi o Juan Gandulfo, por citar los más conocidos, no
siguen esos caracteres en la composición de sus crucificados, destacando una
gran simetría respecto a la cruz que les sirve como eje. En este contexto
podemos incluir los crucificados que realiza Juan Bautista Patrone y Quartín,
cuya actividad se desarrolla en una cronología posterior a los anteriores.
Los
crucificados de Patrone se hallan clavados a la cruz por tres clavos, y ésta es
de corte arbórea, aunque la mayoría de ellas han sido sustituidas por otras de
nueva factura. Esa simetría respecto a la cruz sólo es alterada por la colocación
de la cabeza, que aparece descolgada e inclinada hacia el lado derecho,
apoyando su barbilla sobre el pectoral. La anatomía es bastante correcta,
detalles que se aprecian en los torsos, con el estudio pormenorizado del arco
condral y costillas . No obstante, en algunos casos se puede apreciar que los
brazos son ligeramente largos.
La
disposición de la cabellera parte de raya central, cayendo sobre el hombro
derecho un mechón, mientras que en su lado izquierdo aparece recogido el
cabello hacia atrás, en mechones
ondulados, pudiéndose contemplar el rostro en toda su integridad. Este planteamiento y disposición de la cabellera,
tallada formando finos surcos o mechones, los repite el escultor en todos sus
crucificados, con independencia del tamaño de los mismos, siendo formalmente de
claro origen genovés.
Pero
lo más significativo en los crucificados de Patrone, que constituye una seña de
identidad, son los sudarios y su disposición o plegado. En esencia, responde a
una pieza rectangular, alargada, que el artista resuelve anudándolo al centro
de la pelvis, muy ceñido a la anatomía. Un extremo cae frontalmente entre las
piernas, y el otro pende o flamea lateralmente, simulando estar agitado por el
viento, hacia el lado izquierdo.
Sin
embargo, existen ya precedentes de esta tipología en la disposición del sudario
en varios crucificados gaditanos, que podrían haberle servido al escultor como
fuente de inspiración. Entre ellos tenemos al antiguo crucificado de las Aguas
de la parroquia de San Antonio, obra napolitana, y otros dos de formato algo
inferior al académico, obras de Giscardi, en la antigua catedral vieja, hoy parroquia de Santa Cruz, y en la capilla del
Hospital de Mujeres, respectivamente[15].
En
los que hemos podido comprobar, utiliza la madera de pino, y en algunos
crucificados son muy visibles la disposición de los ensambles que conforman el
torso. En líneas generales, hay un bloque central, correspondiente al cuerpo
(incluida la cabeza), y luego los brazos que van acoplados mediante espigas,
como es usual.
Las
coronas de espinas van sobrepuestas, y suelen estar elaboradas con cuerdas de
cáñamo estucadas y coloreadas, e incluso algunas realizadas con ramas
naturales. En ningún caso se ven formando parte de la talla del bloque craneal.
En
cuanto a las policromías, se observa una tonalidad oscura en varios de ellos,
quizás debido al virado de los colores, la aplicación de barnices, acumulación
de polvo y humo de las velas, y sobre todo de retoques o intervenciones antiguas. Desgraciadamente, varios de ellos han sido
policromados de nuevo, perdiéndose algo tan importante como es la policromía de
origen. No faltan las llagas o heridas en distintas partes del cuerpo, tan
propias de los escultores genoveses. Sin embargo, por lo que hemos podido
comprobar visualmente, no se emplea el pergamino en la elaboración de las
mismas. En este sentido, si observamos la disposición de los surcos de sangre
que aparecen por el cuerpo, veremos que se repiten de forma similar en casi
todos.
Respecto
a las cruces, son todas de corte arbóreo, con llagas en tonos más claros que el
resto, y en algunos casos doradas. Desgraciadamente, se conservan pocas cruces
de origen, tal vez las de aquellos crucificados de pequeño formato. Ello se
explica por la manipulación que experimentan los crucificados en las salidas
procesionales. Respecto al “título” de la Cruz, más conocido como el INRI,
salvo algunos de orfebrería, parece que se conservan varios originales.
2. Estudio de las obras
Cristo de la Vera Cruz. Capilla de la Vera Cruz. Aznalcázar (Sevilla)
2. Estudio de las obras
Cristo de la Vera Cruz. Capilla de la Vera Cruz. Aznalcázar (Sevilla)
Algunos
estudiosos lo encuadran a fines del siglo XVI o principios del XVII, y sostienen la teoría de que la moña o
extremo del sudario que pende por el lado izquierdo fue transformado en dos
períodos[16]. Hay quien apuesta más
decididamente por el seiscientos y lo ha situado incluso cercano a la obra del
escultor Francisco de Ocampo[17]. También existen otras
opiniones que comparten esta cronología y además plantean que en el siglo XVIII
se le añadió el referido “paño en vuelo
tallado”[18]. Por último, otros autores
lo encuadran más acertadamente a fines del XVIII[19].
De
manera más atinada y concreta, hace unos años fue relacionada con la escuela
genovesa, aunque no compartimos la atribución propuesta a Francisco María
Maggio[20].
El estudio formal y la propia situación geográfica de la imagen, muy cerca de
Sevilla, ciudad donde residió Patrone, invitan a proponer una atribución a este
último[21].
Es
una imagen de Cristo muerto en la cruz, de tamaño natural, que participa de los
caracteres generales anteriormente citados. Se ubica en un retablo
neogótico en la capilla de su nombre. Se halla realizado en madera de ciprés, y
parece ser que no se hizo pensando en su carácter procesional, sino para
colocar en un retablo. Ello se explica porque el dorso de la imagen no ofrece
un acabado pormenorizado. Ofrece una
anatomía con gran corrección, tanto en el torso como en sus extremidades. El
rostro, como en todos los crucificados del escultor, refleja gran dulzura y serenidad.
El tratamiento de la cabellera y su disposición utiliza el modelo creado por el
escultor. El sudario va anudado en el centro, como ya hemos descrito, cayendo
un extremo entre las piernas, mientras que el otro es de forma alargada y se agita
hacia la izquierda, equilibrando la composición de la imagen. La policromía
presenta una tonalidad oscura, quizás como resultado del oscurecimiento de los
barnices e intervenciones puntuales, unido todo ello a la pátina del tiempo.
En
1985 lo restaura el taller Isbilia y se le sustituye la cruz por otra de nueva
ejecución[22].
Cristo de la Vera Cruz. Parroquia de la Purísima Concepción. Villaverde del Rio (Sevilla)
Cristo de la Vera Cruz. Parroquia de la Purísima Concepción. Villaverde del Rio (Sevilla)
Es
un crucificado de caracteres análogos al anterior, que mide 152 cms. de altura.
Se encuentra ubicado en un retablo existente en el crucero del lado de la
epístola.
Algunos
autores lo consideran obra de comienzos del siglo XIX[23],
y otros lo ven como obra anónima probablemente del siglo XIX, que vino a
sustituir a otra imagen de pasta y de tamaño natural, que hasta 1852, al menos,
fue titular de la cofradía[24].
Sin
que sepamos los argumentos en los que se basa esta afirmación, se ha dicho de
él que Patrone lo interviene en 1819/20, dato que puede corresponder a una
puesta al día o intervención puntual, o incluso algo más que probable, a la
fecha de su hechura[25]. Lo que sí es seguro
es que en 1820 se compra el retablo donde actualmente se conserva la imagen al
cuñado del escultor, el retablista Francisco de Acosta, con quien también se ha
relacionado el retablo mayor y el de la Virgen del Rosario de la misma
parroquia, realizados en 1819. El primero de ellos lo preside la imagen titular
del templo, de la misma cronología y obra que se viene atribuyendo de manera fundamentada
al genovés por su parecido con la documentada Inmaculada de Galaroza. Lo mismo
se puede decir de la puerta del Sagrario del propio altar mayor, con un relieve
del Buen Pastor Niño, que también ha sido asignado a nuestro artista[26].
Todo ello, unido al análisis formal, permite fundamentar la atribución a
Patrone del Cristo de la Veracruz.
El
escultor Bravo Nogales lo restauró en 1985[27], deduciéndose
que entonces fue policromado de nuevo. Finalmente, en el año 2016 se le realiza
a la imagen una nueva cruz arbórea.
Crucificado. Parroquia
de San Andrés. Sevilla
Imagen
de tamaño académico que se encuentra ubicada en un retablo a los pies del
templo, en el lado del evangelio. Ha sido fechada en el siglo XVII, siendo
incluso identificada, en nuestra opinión, erróneamente con la talla de un
crucificado existente en San Andrés en 1628 y que es retocada por Juan de Uceda[28]. Resulta
llamativa la documentada actividad de Patrone para esta iglesia, contexto en el
que pudo encargarse también esta obra[29].
Comparte
estilo con los cristos de Aznalcázar y Villaverde del Río, aunque observamos
desproporciones en sus brazos, ligeramente largos. También es de factura más
tosca que los anteriores y presenta un aspecto general algo arcaizante. La
policromía es algo más clara y transparente que en los otros, dando la
impresión de ser la de origen y no haber sido alterada. El sudario es de
idénticos caracteres, pero el extremo lateral es corto, quedando plegado y
ceñido al cuerpo, lo que le confiere a la imagen una gran simetría respecto a
la cruz y un cierto aspecto hierático y de rigidez.
Se
halla clavado en una cruz de corte arbóreo, que posiblemente sea la de origen,
así como el Inri.
Crucificado. Parroquia de San Roque. Sevilla.
Se
trata de una escultura de Cristo muerto, de unos sesenta centímetros de altura,
que ha sido donada recientemente por un particular a la citada parroquia. La
talla, como le ocurre a otros crucificados de pequeño tamaño (o inferiores al
natural) del artista, supera en calidad a los de gran formato. Es obra de gran
corrección en todos los sentidos, sobre todo en lo que atañe a las proporciones
y a la relación entre la cabeza y el cuerpo, que destaca por su esbeltez y elegancia.
Y ello frente a la habitual tendencia, tanto en Patrone como en otros
escultores, cuando tallan piezas de pequeño tamaño, de hacer las cabezas
desproporcionadas, es decir, algo grandes con relación a las dimensiones del
cuerpo.
El
movimiento arqueado del cuerpo inerte recuerda muchísimo a los crucificados
genoveses, a lo que ayuda el movimiento ondulante del sudario. También la
cabeza, más desplomada o descolgada que en la mayoría de la serie que realiza a
lo largo de su vida, se encuentra muy bien compuesta tanto en su morfología
como en la talla del cabello, que sigue por supuesto la inequívoca composición
de todos sus crucificados. Lleva corona de espinas
sobrepuesta.
Con
todo, hay que tener en cuenta que la imagen ofrece una encarnadura (policromía)
hecha actualmente, con lo que la misma presenta un aspecto muy “nuevo”. No hay
en ella excesivo uso de la sangre, aparte de la llaga del costado, de las manos
y pies, de las rodillas, y poco más. La anatomía destaca por su corrección, con
los detalles o grafismos que repite el escultor, como el arco condral muy
dibujado y la arruga en forma de arco en el vientre.
Hemos
ido viendo el grado de deterioro que presentaban algunos de los crucificados
del escultor, tanto en lo que respecta a talla y ensambles como a la
policromía, por causas que desconocemos; ello puede deberse a una deficiente
conservación de las obras o a los defectos de la técnica utilizada, tanto en lo
que atañe a la composición de los aparejos de yeso y cola (preparación), como a
la propia policromía. De hecho, predominan las obras muy intervenidas, con
muchos retoques, y otros casos, como éste que nos ocupa y el de Villaverde, que
han sido policromados de nuevo. Nos queda la duda de si la policromía de origen
está subyacente o ha sido eliminada para aplicar la nueva.
Es
de muy buena factura la cruz en la que está clavado, de corte arbóreo, e
ignoramos si es la de origen o nueva.
Crucificado. Iglesia del Divino Salvador. Sevilla.
Se
conserva en la antesala capitular de la antigua Hermandad Sacramental del
Salvador, hoy ocupada por la secretaría y mayordomía de la archicofradía de
Pasión. Perteneció esta crucifijo a la Hermandad de las Benditas Ánimas del
Purgatorio con sede en la Colegial del Salvador, cuyo patrimonio pasaría a dicha
hermandad sacramental a finales del siglo XIX, y más tarde, desde 1918, a la de
Pasión con motivo de su fusión con la anterior. En este sentido, es probable
que originariamente se empleara en los aparatos mortuorios que la cofradía de
Ánimas instalaba en los domicilios de sus hermanos difuntos para velar sus
cuerpos. En la actualidad se utiliza ocasionalmente en algunos montajes de
cultos de la referida hermandad de Pasión[30].
El
encargo de esta escultura pudo estar relacionado con el trabajo de Patrone para
la propia hermandad de Ánimas, que está documentado en 1787, momento en el que
interviene en la reforma de su retablo de la cabecera de la nave del evangelio
retocando parte de la imaginería y haciendo dos relieves nuevos con las figuras
de las ánimas del Purgatorio[31].
Es
una imagen de Cristo muerto, de pequeño formato, de dimensiones afines al de
San Roque aunque muestra ligeras variantes. La cabeza aparece poco descolgada,
aunque girada a la derecha; lleva corona de espinas sobrepuesta. Comparte las
características generales ya descritas, entre ellas la terminación del sudario
por su extremo izquierdo, agitado por el viento.
Presenta un buen estado de
conservación, tanto en lo que afecta a la talla como en la policromía; por ello
nos puede servir de referente para saber cómo eran en su origen las policromías
de los crucificados. Ya hemos visto el grado de deterioro e intervenciones en
la mayoría de sus crucificados, y pensamos que esta pieza en concreto conserva
toda la policromía de origen. La cruz se apoya en un montículo tallado o
calvario, y tanto la misma como el INRI estimamos que son originales[32].
Cristo de la Expiración. Parroquia de la Purísima Concepción. Villaverde del Rio (Sevilla)
![]() |
Fotografía procedente de “Imaginería del templo parroquial de la Purísima Concepción de Villaverde del Río” |
Conservada
asimismo en la parroquia de Villaverde, es una talla de pequeño formato.
Representa a Cristo expirante. Sin duda, dentro de la obra de Patrone, es el
crucificado más dramático y barroco, y por ello el de mayor dependencia
genovesa en su composición. De este modo, posee una acentuada postura arqueada,
inclinándose torso y cabeza hacia su derecha. Por lo demás, sigue el mismo
modelo ya visto, siendo muy elocuente el sudario. Destaca el cuidado estudio
anatómico. Todo ello la hace una de las obras más interesantes de su autor.
Se
ha publicado que “fue realizada en el año
1819 por el escultor Juan Bautista Petroni y Quartín”, sin que sepamos las
fuentes empleadas para afirmar tal aseveración[33].
En todo caso, parece lógico pensar que se encargara al imaginero por el mismo
tiempo en el que hace todos los ya referidos trabajos para dicha parroquia.
Cristo de la Buena Muerte. Parroquia de la Magdalena. Puerto Serrano (Cádiz)
No
tenemos información documental sobre ella, aunque existe la posibilidad que
perteneciera a la antigua Hermandad de la Veracruz de esta localidad, cuya
existencia nos consta[34].
Es una talla de Cristo muerto, que se encuentra ubicado en un retablo del lado
de la epístola de la iglesia. En este altar, forma parte de un Calvario, apareciendo
acompañado de unas imágenes de San Juan Evangelista y la Dolorosa de moderna
factura.
Es
de tamaño natural, y comparte muchas similitudes técnicas y estilísticas con
los de Aznalcázar y Villaverde. No obstante, se observa más calidad que en ellos,
y presenta el cuerpo arqueado, más en la línea que siguen los crucificados
genoveses. El cabello está resuelto con gran virtuosismo, visible en el lado
izquierdo de la cabeza, muy bien compuesto en mechones ondulados que recuerdan
a las formas empleadas en el crucificado de la Piedad de Cádiz y en el de la
Buena Muerte de San Juan de Letrán de Jerez de la Frontera. Al mismo tiempo, el
extremo del sudario que pende por su lado izquierdo está resuelto con gran
soltura y cierto vuelo.
Tiene
la particularidad de tener los brazos articulados, pues la imagen protagoniza
la ceremonia del Descendimiento, como es costumbre antigua en algunas
localidades. No sabemos si esta adaptación es de origen o se ha hecho
posteriormente. De todas formas, aclaramos que la talla se concibió como un
crucificado, algo habitual en estos casos.
No
podemos asegurar si la policromía es la de origen o ha sido alterada; no
obstante se observan repintes algo burdos en el rostro y en algunas zonas del
cuerpo. La sangre aparece en relieve, destacando sobre todo la que emana de la
llaga de la lanzada, en el costado derecho.
No
lleva corona de espinas, y se encuentra situada en una
cruz arbórea de reciente ejecución, aunque en la propia iglesia se expone la
antigua, que podría ser la de origen.
Crucifijo. Convento de Santo Domingo. Jerez de la Frontera (Cádiz)
Se
ha conservado hasta hace varios años en las dependencias conventuales. Hoy está
en la iglesia, ocupando el cuerpo que sirve de remate del retablo-baldaquino de
la Virgen de Consolación. Desconocemos su ubicación original.
Es
una talla de pequeñas dimensiones. Se levanta sobre un montículo tallado que
incluye en la base de la cruz un cráneo, en alusión al monte Calvario y al triunfo
de Cristo sobre la muerte. El estudio anatómico es prácticamente idéntico al
visto en los crucificados de tamaño natural, si bien en este tipo de reducidas
piezas Patrone parece manifestar mayor soltura. La disposición del cabello y
del paño de pureza es la usual. Lleva corona de espinas.
En
Jerez se conservan otras obras relacionables con Patrone, como son una serie de
Niños Jesús que repiten los modelos infantiles conocidos del artista. En este
sentido, podemos citar dos pertenecientes a la clausura del convento de San
José, de franciscanas descalzas, y el excelente que forma conjunto con la
Virgen del Carmen, titular de la basílica del mismo nombre.
Crucifijo de la sacristía. Parroquia de Nuestra Señora de Gracia. Espera (Cádiz)
Pese
a su pequeño formato, es una de las piezas más interesantes que pueden
incluirse en su producción. Asimismo, poseemos un valioso apoyo documental que
permite fundamentar la atribución a nuestro escultor.
Está
fechado en 1796 y forma parte de la cajonera de la sacristía de la parroquia
espereña. El conjunto fue contratado por Francisco de Acosta “el Mozo”,
incluyendo el trabajo la realización de un crucifijo de madera de Flandes de
tres cuartas por el precio de 230 reales[35]. Las
cuentas parroquiales recogen una serie de pagos entre junio y diciembre de ese
año, sin hacerse mención al crucifijo ni a su autoría[36].
Esta pieza creemos que sería subcontratada por el tallista con nuestro
escultor. En este sentido, es importante recordar que Acosta fue cuñado del
propio Patrone, por lo que parece lógico pensar que pudieron colaborar en esta
obra, como en otras ya citadas.
De
todas las representaciones de la Crucifixión que podemos asignar a Patrone es,
junto al referido crucifijo expirante de Villaverde, la que muestra un mayor
movimiento y, por tanto, la que conecta más con los modelos “maraglianescos”. En
este caso, las piernas son las que adquieren la forma arqueada, desplazándose
hacia su izquierda. A ese lado cae, como siempre, el extremo del sudario, que
aquí alcanza mayor volumen que la vista en las anteriores obras. Por su parte,
la cabeza pende con más acentuada inclinación hacia el lateral contrario.
No
queremos terminar sin mencionar otras tres esculturas existentes en la propia
parroquia de Espera que muestran de igual modo el estilo de Patrone y que
pudieron ser, por tanto, encargos relacionados con la pequeña talla de la
sacristía. Pertenecen a sendas hermandades, la de la Expiración y la del
Nazareno.
De
la primera de ellas son las imágenes de la Virgen de la Esperanza y San Juan de
la Hermandad de la Expiración. Son obras que comparten entre sí muchos de sus
rasgos faciales y la misma dramática expresión con mirada hacia arriba y cabeza
inclinada lateralmente, en actitud de mirar a Cristo, ya que ambas forman en su
altar un Calvario con el crucificado titular de la cofradía, obra de diferente
autoría que sabemos que fue colocado en su retablo en 1791[37]. En
el caso del apóstol, el tratamiento del cabello manifiesta la mano del escultor
genovés, recordándonos con claridad en este detalle a las tallas de San José
que se vienen adjudicando al artista.
La
tercera es otro San Juan, el de la Hermandad
del Nazareno, muy similar al anterior, con la única diferencia de mostrar una
mirada más frontal. A su vez, ambos apóstoles pueden ponerse en relación con un
tercer San Juan, asimismo asignable a Patrone y que también forma un Calvario
junto a una dolorosa y al conocido como Cristo de Santiago de la iglesia de
Santiago de Utrera.
[1]
CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús y GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel: Escultura mariana onubense: historia, arte e
iconografía. Huelva: Diputación Provincial de Huelva, 1981, pp. 52-54.
CARRERO RODRÍGUEZ, Juan: Anales de las
Cofradías Sevillanas. Sevilla: Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro
Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores, 1984, p. 334. RODA
PEÑA, José: “Manuel Barrera y Carmona, retablista en la Sevilla de Carlos III”.
Archivo Hispalense, tomo 71, nº 217, 1988, p. 214.
[2] GONZÁLEZ ISIDORO, José: “Juan Bautista Patrone y Quartín, un escultor
genovés en la Sevilla de 1800”. Boletín
de las cofradías de Sevilla, nº 470, 1998, pp. 58-62.
[3]
ROS GONZÁLEZ, Francisco Sabas: Noticias
de Escultura (1781-1800). Sevilla: Ediciones Guadalquivir, 1999, pp.
571-574. ARTACHO PÉREZ-BLÁZQUEZ, Fernando de: “Nuevos datos biográficos sobre
el escultor Juan Bautista Patrone”. Boletín
de las cofradías de Sevilla, nº 494, 2000, pp. 150-152. AMORES MARTÍNEZ,
Francisco: “Los retablos y esculturas neoclásicas de la iglesia parroquial de
Villaverde del Río”. Laboratorio de Arte,
nº 14, 2001, pp. 297-311. ROS GONZÁLEZ, Francisco Sabas: “Sobre la autoría de
la Verónica de la Hermandad del Valle”. Boletín de las Cofradías de Sevilla, nº 525, 2002, p.33-35. ROS GONZÁLEZ, Francisco
Sabas: “Miguel Albín, maestro tallista en la Sevilla de comienzos del siglo
XIX”, Laboratorio de Arte, nº 15,
2002, pp. 211 y 215. RODRÍGUEZ MATEOS, Joaquín: “Pontificia, Real e Ilustre
Hermandad Sacramental de Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de
Herodes, María Santísima de la Amargura y San Juan Evangelista, y Beata Ángela
de la Cruz”. En: SANCHEZ HERRERO, José; RODA PEÑA, José y GARCÍA DE LA CONCHA
DELGADO, Federico (dirs.): Misterios de Sevilla, tomo I, Sevilla, 2003, p. 291. MARÍN
FIDALGO, Ana: La Iglesia parroquial de
San Andrés de Sevilla. Sevilla: Ediciones Guadalquivir, 2007, p. 235. SILVA
FERNÁNDEZ, Juan Antonio: “Revisión documental sobre la vida y obra del escultor
genovés Juan Bautista Patrone y Quartín: noticias biográficas”. Cuadernos de Estepa, nº 4 [Actas del I Congreso Andaluz sobre
Patrimonio Histórico: La escultura andaluza del siglo XVIII: conmemoración del
III Centenario del nacimiento del escultor Andrés de Carvajal y Campos
(1709-2009)], 2014, pp. 237-251. GONZÁLEZ ISIDORO, José: “En torno al
posible autor de la Virgen de los Dolores, titular de la Orden de los Siervos
de María de Carmona (Sevilla)”. En: Actas
del Congreso Internacional Virgo Dolorosa. Religión, Antropología, Historia y
Arte. Carmona: Orden Seglar de los Siervos de María, 2015, pp. 819-831.
[4] Para la biografía de Patrone
ver: GONZÁLEZ ISIDORO, José: “Juan
Bautista Patrone y Quartín, un escultor genovés en la Sevilla de 1800”, op.
cit., pp. 58-59. ARTACHO PÉREZ-BLÁZQUEZ, Fernando de: “Nuevos datos biográficos
sobre el escultor Juan Bautista Patrone”, op. cit., pp. 150-152. SILVA
FERNÁNDEZ, Juan Antonio: “Revisión documental sobre la vida y obra del escultor
genovés Juan Bautista Patrone y Quartín: noticias biográficas”, op. cit., pp.
237-239.
[5] ROMERO TORRES, José Luis: “San
Fidel de Sigmaringa”. En: ROMERO TORRES, José Luis y HINOJOSA SÁEZ, Jesús
(coord.): Tesoros de Capuchinos:
esplendor artístico en la Parroquia de la Divina Pastora y Santa Teresa de
Jesús de Málaga. Catálogo de exposición. Málaga: Fundación Málaga, 2018,
s/p.
[6] HALCÓN, Fátima, HERRERA,
Francisco y RECIO, Álvaro: El retablo
sevillano: desde sus orígenes a la actualidad. Sevilla: Fundación Real
Maestranza de Caballería de Sevilla, Diputación de Sevilla y Fundación Cajasol;
2009, p. 368.
[7] González Isidoro plantea también
una probable colaboración entre suegro y yerno en los retablos de la capilla
sacramental de la parroquia de San Pedro de Carmona y en la reforma del retablo
mayor de la parroquia de Nuestra Señora de la
Estrella de Palomares del Río, también fechados en la década de los
ochenta del siglo XVIII: GONZÁLEZ ISIDORO, José: “Juan Bautista Patrone y
Quartín, un escultor genovés en la Sevilla de 1800”, op. cit., p. 60. GONZÁLEZ
ISIDORO, José: “En torno al posible autor de la Virgen de los Dolores, titular
de la Orden de los Siervos de María de Carmona (Sevilla)”, op. cit., p. 821.
[8] GONZÁLEZ ISIDORO, José: “Juan
Bautista Patrone y Quartín, un escultor genovés en la Sevilla de 1800”, op.
cit., p. 62.
[9] RODA PEÑA, José: “Manuel Barrera
y Carmona, retablista en la Sevilla de Carlos III”, op. cit., p. 214.
[10] ROS GONZÁLEZ, F. S.: “Miguel
Albín, maestro tallista en la Sevilla de comienzos del siglo XIX”, op. cit.,
pp. 211 y 215. Por cierto, en estas últimas tallas,
aún conservadas, actúa como policromador Luis David, probablemente familiar de
Juan de la Mata Boys David, al cual se debe el acabado polícromo de la
Inmaculada de la Galaroza.
[11] MARÍN FIDALGO, Ana: La Iglesia parroquial de San Andrés de
Sevilla, op. cit., p. 235.
[12] El dato fue publicado en: CRUZ
ISIDORO, Fernando: La Real Hermandad de
las Angustias. Estudio Histórico y del Patrimonio Artístico. Sanlúcar de
Barrameda: Hermandad de María Santísima de las Angustias, 2005, pp. 80-82 y
96-100.
[13] ESPINOSA DE LOS MONTEROS
SÁNCHEZ, Francisco y PATRÓN SANDOVAL, Juan Antonio: “La imaginería procesional
en torno al Cádiz de las Cortes”, Carrera
Oficial. Revista Independiente de la Semana Santa, nº 7, 2010, pp.
77-78.
[14] Ambos son estudiados en: SÁNCHEZ
PEÑA, José Miguel: Escultura genovesa. Artífices del Setecientos en Cádiz.
Cádiz, 2006, pp. 100-101 y 185-187.
[15] Ibidem, pp. 129 y 136.
[16] TOBAJA VILLEGAS, Manuel:
“Estudio iconográfico e histórico de la imagen del Cristo de la Veracruz de la
hermandad de la Encarnación de Aznalcazar”. En: CUESTA RODRÍGUEZ, José María: Memorias de mi Hermandad. Aznalcázar
(Sevilla): Diputación de Sevilla, 2011, pp. 15-19.
[17] MORILLAS ALCÁZAR, José María:
“Seráfica, Real, Piadosa, Muy Antigua, Venerable y Muy Noble Hermandad del Stmo.
Cristo de la Vera+Cruz, Nuestra Señora de la Encarnación y Sta. María
Magdalena. Capilla de la Vera+Cruz. Aznalcázar (Sevilla)”. En: Vera-Cruz. Catálogo Exposición. Sevilla:
Caja San Fernando, 1992, s/p.
[18] ROMERO ABAD, Antonio del Rocío:
“Seráfica, Real, Piadosa, Muy Antigua, Venerable y Muy Noble Hermandad del
Santísimo Cristo de la Vera Cruz, Nuestra Señora de la Encarnación y Santa
María Magdalena. Ermita de la Santa Vera Cruz y de Nuestra Señora de la
Encarnación. Aznalcázar”. En: SANCHEZ
HERRERO, José; RODA PEÑA, José y GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico (dirs.):
Crucificados de Sevilla. Tomo III.
Sevilla: Sevilla: Ediciones Tartessos, 1997, p. 105.
[19]
MORALES, Alfredo; SANZ, María Jesús; SERRERA, Juan Miguel y VALDIVIESO,
Enrique: Guia artística de Sevilla y su
provincia. Sevilla: Diputación de Sevilla, 1981, p. 548.
[20] ABADES, Jesús: “La obra de los
imagineros genoveses y su presencia en Andalucía (IV)”. Publicado en: https://www.lahornacina.com/articulosgenoveses4.htm (Consultado 7/5/2019).
[21] Esto se sugiere también,
relacionándolo con el Cristo de la Veracruz de Villaverde, en: AMORES MARTÍNEZ,
Francisco: “El siglo de la Virgen de los Dolores: Apuntes Histórico-Artísticos”.
Hermandad del Santísimo de Villaverde del
Río. Boletín informativo en la cuaresma 2018, p. 43.
[22] TOBAJA VILLEGAS, Manuel:
“Estudio iconográfico e histórico de la imagen del Cristo de la Veracruz de la
hermandad de la Encarnación de Aznalcazar”, op. cit., p. 18.
[23]
MORALES, Alfredo; SANZ, Maria Jesús; SERRERA, Juan Miguel y VALDIVIESO,
Enrique: Guia artística de Sevilla y su
provincia, op. cit., p. 548.
[24] CARMONA RUIZ, María Antonia:
“Muy Antigua, Fervorosa y Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del
Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y
María Santísima de los Dolores en su Soledad. Parroquia de la Purísima
Concepción. Villaverde del Río”. En: SANCHEZ HERRERO, José; RODA PEÑA, José y
GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico (dirs.): Crucificados de Sevilla. Tomo IV. Sevilla: Ediciones Tartessos,
1997, p. 444.
[25] Imaginería del templo parroquial de la Purísima Concepción de
Villaverde del Río. Un patrimonio, una historia. Villaverde del Río: 2006,
p. 21.
[26] AMORES MARTÍNEZ, Francisco: “Los
retablos y esculturas neoclásicas de la iglesia parroquial de Villaverde del
Río”, op. cit. AMORES MARTÍNEZ, Francisco: “Aportación a la historia de la
hermandad de la Vera Cruz de Villaverde del Río y de la imagen de su titular,
Ntra. Sra. De Los Dolores en su Soledad. ASCIL.
Anuario de Estudios Locales, año VI, nº 5, 2011, pp. 99-100.
[27] CARMONA RUIZ, María Antonia:
“Muy Antigua, Fervorosa y Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del
Santísimo Cristo de la Vera-Cruz…”, op. cit., p. 444.
[28] MARÍN FIDALGO, Ana: La Iglesia parroquial de San Andrés de
Sevilla, op. cit., p. 73 y 107.
[29] Ibidem, p. 235.
[30] Agradecemos esta información al
profesor D. José Roda Peña.
[31] RODA PEÑA, José: “Manuel Barrera
y Carmona, retablista en la Sevilla de Carlos III”, op. cit., p. 214.
[32] Damos las gracias a D. José
Manuel Rodríguez Malpartida por habernos facilitado la fotografía de esta
imagen que publicamos en este artículo.
[33] Imaginería del templo parroquial de la Purísima Concepción de
Villaverde del Río, op. cit., p. 26.
[34] Se conserva de esta hermandad un
libro de Cargo y Data fechado entre 1664 y 1723 en el Archivo Diocesano de
Jerez.
[35] CANDIL RÍOS, Juan: Nuestra Señora Santa María de Gracia. Espera
(Cádiz). 1973: Espera, p. 40. ROS GONZÁLEZ, Francisco Sabas: Noticias de escultura (1781-1800), op.
cit., p. 74. GARRUCHO JURADO, Manuel: “Dos obras de artistas sevillanos en la
iglesia de Espera: el tornavoz y la cajonería de la sacristía”. Revista de las Fiestas Patronales,
Espera, 2006, p. 11.
[36] Archivo Histórico Diocesano de
Jerez de la Frontera, Fondo Parroquial, Parroquia de Santa María de Gracia de
Espera, Fábrica, Visitas, libro 15 (años 1796-1802), año 1796, pp. 79-80 y año
1799, pp. 95-97.
[37] CANDIL RÍOS, Juan: Nuestra Señora Santa María de Gracia. Espera
(Cádiz), op. cit., p. 61.
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