Publicado en:
Revista de Historia de Jerez, nº 19, Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Jerez de la Fra., 2016, pp. 99-120, ISSN 1575-7129.
Resumen: Se busca una aproximación a las
diferentes dolorosas procesionales de Jerez de la Frontera realizadas durante
el siglo XVIII. Para ello, el estudio insiste especialmente en el proceso de
renovación que sufre este tema iconográfico en la ciudad a lo largo del
setecientos, tanto a través de las nuevas hermandades fundadas entonces, como
de aquellas antiguas cofradías que deciden profundizar en una estética más
barroca sustituyendo sus viejas imágenes marianas.
Abstract:
It is an approach to the processional images of the Sorrowful Virgin which were
made in Jerez de la Frontera during the eighteenth century. This paper
particularly examines the process of renewal of this iconographic theme in that
city through new brotherhoods created then and ancient confraternities that
choose a more baroque aesthetic replacing their old Marian images.
Palabras clave: Jerez de la Frontera, siglo XVIII,
escultura, cofradías, Semana Santa.
Keywords: Jerez
de la Frontera, eighteenth century, sculpture, confraternities, Easter.
El tema iconográfico de la Virgen
Dolorosa alcanza durante el siglo XVIII, y muy especialmente durante su primera
mitad, un considerable nivel dentro la imaginería procesional de Jerez de la
Frontera. El desarrollo económico y artístico de la ciudad y la comarca en
aquellos años dieron lugar a piezas de indudable interés que, salvo contadas
excepciones, se encuadran además dentro de una línea estética unitaria y
coherente. En este sentido, el presumible trabajo del escultor Ignacio López
para las cofradías de penitencia locales en la segunda década del setecientos
parece abrir una nueva senda marcada por el movimiento, la expresividad y la
inclusión, en ocasiones, de las imágenes marianas en grupos escultóricos llenos
de teatralidad.
A intentar explicar este proceso dedicaremos
este artículo[1],
partiendo del estudio de cada una de las tallas procesionales que se harían
durante este periodo. En este sentido, hay que resaltar la dificultad que
entraña adentrarse en este tipo de imaginería y más en el caso de Jerez, donde
estas obras han sufrido complejas alteraciones de todo tipo, desde
restauraciones irrespetuosas hasta cambios de advocaciones y de propiedad; y
donde, igualmente, escasea la documentación dieciochesca en las cofradías y,
cuando esta existe, suele eludir cuestiones tan importantes como la autoría de
estas imágenes. Pese a ello, para procurar profundizar en el asunto nos hemos
valido tanto del necesario análisis formal como de la imprescindible
investigación documental, la cual nos ha aportado algunas novedades. Todo esto
se ha materializado en un texto que dividimos en dos apartados, dedicados a la
contribución de las hermandades fundadas en ese siglo y, seguidamente, a la
significativa renovación que se da en las viejas cofradías, que no dudarán en
cambiar sus antiguas dolorosas para adaptarse a los nuevos postulados
estéticos.
1.
Nuevas
advocaciones en el setecientos jerezano.
Son muy pocas las cofradías de penitencia cuya fundación está
confirmada en Jerez a lo largo del siglo XVIII. Una de ellas es la hermandad
del Cristo de las Penas y la Virgen del Desconsuelo. El cabildo fundacional se
celebró en la iglesia de San Mateo el 26 de mayo de 1712, aprobándose sus
reglas el 17 de marzo de 1713[2]. El grupo escultórico
de la Virgen del Desconsuelo y San
Juan fue encargado previamente a la aprobación de estas reglas, ya que sólo
varias semanas más tarde de sucederse este hecho, el 7 de abril de 1713, se
lleva a cabo la bendición de las dos tallas[3].
La primera salida procesional no se producirá hasta la Semana Santa de 1714[4].
En 1715 consta ya la gran devoción que la imagen de la Virgen del Desconsuelo
había alcanzado pues sabemos que delante
de ella se llegaban a celebrar hasta ocho o diez misas diarias[5].
Una positiva situación que se vio empañada en estos primeros años de
existencia por una disputa surgida entre los miembros de la hermandad y su
primer mayordomo, Matías José Caballero. El litigio, iniciado en 1716[6], estuvo
motivado por los gastos ocasionados por la erección de la cofradía, haciéndose
referencia entre ellos a las propias imágenes, aunque desgraciadamente no se
aclara nada sobre su autoría. La documentación recoge una descripción del ajuar
de la Virgen del Desconsuelo y San Juan y se habla del primer paso de palio en
el que ambos procesionaron, unas pequeñas andas de seis varales[7].
Ilustración 1. María Santísima del Desconsuelo (atribuida a Ignacio López, 1713). |
Como hemos dicho, sólo dos años después de su bendición, María
Santísima del Desconsuelo había alcanzado una extraordinaria devoción. Sobre
ella escribe Luis Campuzano en 1800 en su “Doloroso Septenario” en honor de la
imagen, dando a conocer siete milagros o “maravillas” atribuidas a ella[8]. Dentro de
esta lista de prodigios sorprende que el primero conocido, obrado sobre la
persona de María Margarita Varela de Arias, sea del 27 de diciembre de 1713, es
decir, de sólo unos meses después de ser bendecida la talla. De hecho, todos se
sitúan en fechas muy tempranas[9]. El gran
fervor popular hizo que se iniciara una capilla propia en 1723. Precisamente,
consta ese dato por una de las “maravillas” que acabamos de referir y que
acaeció ese año. Nos referimos a la de Simón Serrano, quien, tras tener un
grave accidente, tuvo una visión en la que se le apareció la Virgen del
Desconsuelo y “le prometió dar limosna para la obra que se estaba haciendo
en la Capilla de la Señora, y al instante se le quitaron los dolores, y
quedo sano”[10]. En 1727 se estrena la capilla. Su
inauguración fue todo un acontecimiento en el Jerez de la época[11]. Hemos constatado
en la documentación incluso la existencia del nombre “María del Desconsuelo”
entre las jerezanas nacidas durante el setecientos[12].
Por tanto, podemos decir de manera fundamentada que se convirtió en una de las
grandes devociones marianas de la primera mitad del siglo XVIII en la ciudad.
Desde el punto de vista artístico, el grupo escultórico de la Virgen
del Desconsuelo es una excelente representación de la Sacra Conversación en la
Calle de la Amargura. Destaca la conseguida conexión entre ambas imágenes.
Junto al giro de cabezas, hay que decir que los documentos gráficos más
antiguos vienen a demostrar que en la concepción original de este conjunto se
presentaba a la Dolorosa apoyando su mano izquierda en la derecha del apóstol,
acentuando aún más lo emotivo y teatral de la escena. En ambos percibimos la
gubia de Ignacio López, escultor sevillano afincado por esos años en la vecina
ciudad de El Puerto de Santa María[13].
Cabe preguntarse cuál pudo ser el impacto de esta obra en la
imaginería procesional local inmediatamente posterior. Desde nuestro punto de
vista, puede rastrearse su huella en la expresividad y dinamismo que a partir
de entonces veremos en las dolorosas jerezanas posteriores, que rompen con la
frontalidad a través del movimiento de las cabezas en actitudes gesticulantes.
Igualmente, esta feliz creación creemos que está detrás del triunfo de la
teatralidad barroca que experimentarán diversos pasos de palio jerezanos poco
después. Es llamativo que en años siguientes se ejecuten otros grandes
conjuntos escultóricos para ser procesionados bajo palio. De este modo, en 1718
se tallan las imágenes de la Virgen de la Piedad, San Juan y las Tres Marías de
la cofradía del Santo Entierro, para las cuales posiblemente se llamó al propio
Ignacio López. Ya en la década de los años veinte del siglo XVIII, muerto el
imaginero sevillano, debió de hacerse el grupo, hoy separado, de la Virgen de
la Amargura y San Juan de la antigua hermandad de San Antón, que se puede
vincular con la gubia del jerezano Francisco Camacho de Mendoza, artista que de
algún modo habría que considerar seguidor del estilo de López. Finalmente, no
hay que olvidar el original grupo anónimo de la Virgen de la Confortación,
tallado entre 1722 y 1725. Por todo ello, podemos decir que la realización de
la Virgen del Desconsuelo supuso en Jerez no solamente un considerable éxito
devocional, sino también un destacado éxito artístico.
Otra advocación que es introducida
en la Semana Santa jerezana durante el siglo XVIII es la de la Virgen de los Dolores. Su cofradía, que
sería la última de penitencia creada durante la Edad Moderna en la ciudad, se
funda en 1744[14].
En concreto, sus reglas fueron aprobadas el 20 de junio de ese año, como
manifiesta una escritura otorgada el 7 de mayo siguiente y que suponía un
acuerdo entre los cofrades y la comunidad de mercedarios descalzos del hoy
desaparecido convento de Belén. El origen de la hermandad no fue, sin embargo,
mariano. De hecho, en dicho documento no se hace alusión alguna a la dolorosa
titular, sino que se deja bien claro que la motivación principal para la
fundación fue la de dar culto y sacar en procesión a la “milagrosa ymagen” del Santísimo Cristo de la Salud[15].
Este interesante crucificado se veneraba en el referido cenobio, por tanto,
previamente a la fundación de la cofradía, siendo tal vez pieza de una
cronología anterior a la que últimamente se venía aceptando, quizás del último
cuarto del siglo XVII y de algún escultor del círculo de Pedro Roldán[16].
De hecho, presenta una gran afinidad formal con el Cristo de la Flagelación de
Bornos, obra que curiosamente se sabe que fue traída de Jerez en la década de
los ochenta del siglo XVII[17].
La Virgen titular de la nueva cofradía jerezana, en cambio, debió de encargarse
con posterioridad a 1744 y, posiblemente, antes de 1755, que es cuando se fecha
la referencia más antigua a la advocación de Nuestra Señora de los Dolores en relación
con esta hermandad[18].
La primera salida procesional se produce, no obstante, en 1758[19].
Esta cronología, además de ciertos detalles técnicos y formales, ha llevado a
atribuir esta talla, que en la actualidad recibe culto por la hermandad de la
Yedra bajo el título de Nuestra Señora de la Esperanza, a Diego Roldán[20].
Nieto del propio Pedro Roldán, vive en Jerez desde 1719 hasta 1766, año de su
muerte, desarrollando una prolífica obra para la ciudad y su entorno[21].
Compositivamente, la primitiva Virgen de los Dolores parece tener también
presente el modelo de la del Desconsuelo. Asimismo dirige la cabeza hacia la
izquierda y de hecho sabemos que en su
altar de la iglesia del convento de Belén estaba acompañada de un San Juan hoy
desaparecido[22],
que acaso pudo de igual manera integrarse en el paso de palio que poseía la
cofradía[23].
2.
Nuevas
imágenes para viejas cofradías.
Es muy significativo que la mayoría de las hermandades con orígenes en
los dos siglos anteriores sustituyan sus antiguas dolorosas durante el
setecientos por otras nuevas más acordes con la estética dieciochesca. Sólo
debieron de mantenerse de épocas precedentes algunas vírgenes de especial
veneración[24].
Igualmente, habría que tener en cuenta que pudieron ser hechas asimismo en este
periodo algunas otras de las que carecemos de datos por habérsele perdido la
pista[25]
o por pertenecer a oscuras cofradías de las que muy poco se sabe[26].
Desafortunadamente, no siempre contamos con información documental que
permita demostrar de manera fehaciente esta renovación escultórica que sufren
estas viejas hermandades, por lo que para la mayoría de los ejemplos que vamos
a mencionar es necesario valerse, sobre todo, del análisis formal. Excepciones
son las dolorosas de las cofradías del Santo Entierro, San Bartolomé, Dulce
Nombre de Jesús y Soledad, de las que sí poseemos noticias sobre su ejecución a
lo largo del XVIII.
Desde el punto de vista cronológico, es necesario comenzar con varias
posibles obras de Ignacio López en Jerez. Ya hemos insistido en la importancia
del grupo del Desconsuelo, que se bendice en 1713. Al año siguiente llegaría la
imagen del Señor de las Penas de la misma cofradía. En 1718 se fecha el grupo
escultórico de la Piedad de la hermandad del Santo Entierro y todo parece indicar que asimismo es
de ese año la Virgen del Mayor Dolor de la de San Bartolomé, además de la talla
del santo apóstol titular de la misma. Fue el último año de vida de este imaginero
pero, como vemos, pudo ser especialmente fecundo dentro de su trayectoria
artística[27].
La realización del conjunto de la
Virgen de la Piedad puede comprobarse a través de los
libros de cuentas que conserva su hermandad. Si bien los principales datos
relacionados con estas imágenes ya han sido dados a conocer por otros autores[28],
vamos hacer un breve repaso por la información obtenida tras la consulta
directa de esta documentación, ya que ello nos ha permitido ofrecer una visión
más completa gracias a la aportación de nuevas noticias. En este sentido, todos
los gastos que conllevaron estas esculturas están comprendidos en cuentas de
1718. Nada se indica sobre su autoría pero sí es anotado el costo de las
propias tallas e incluso el desembolso ocasionado por su contratación a través
de cierta escritura de obligación, que lamentablemente no hemos logrado
localizar[29].
Se alcanzó un precio nada despreciable, 2.250 reales “de mano del escultor”, a los que hay que unir los 480 reales que
llevó el dorador por encarnarlas, referencia a su policromía que ha permanecido
hasta ahora inédita; asimismo, se apuntan diversas cantidades concernientes a
pelucas, con las que fueron concebidas desde un primer momento las figuras
femeninas, y a la indumentaria de todas ellas[30].
Con posterioridad, se hizo necesario rehacer el paso procesional, labor que
efectuó el retablista Francisco López, como recogen las cuentas del periodo del
7 de abril de 1720 a fin de mayo de 1723. El encargado del dorado de las andas
fue Antonio de Escuda, que dio el ultimo recibo por su trabajo el 19 de marzo
de 1721. El 15 de marzo de 1722 hace lo propio el platero Nicolás Fernández por
la nueva corona para la imagen mariana. Este orfebre hizo igualmente las “diademas” del San Juan y las tres
Marías[31].
Finalmente, en 1726 se registran 1.157 reales y 20 maravedís por el bordado de
la túnica y el manto de la dolorosa[32]. Un último dato de interés es la referencia a
dos tempranas restauraciones que sufre la Virgen de la Piedad y que afectaron a
su acabado polícromo. Se indica así en 1729 un pago de 30 reales “en pintura para componer la ymagen de
Nuestra Señora”[33] y entre el 25 de abril de 1746 y el 12
de mayo de 1747 otro por aplicar nuevas encarnaduras a esta y al resto de
tallas del conjunto procesional[34].
Ilustración 2. Nuestra Señora de la Piedad (atribuida a Ignacio López, 1718). |
Como hemos dicho, la talla fue
concebida en su origen para formar parte de un grupo escultórico bajo palio.
Ello hay que entenderlo en el contexto de la ceremonia del Descendimiento que
organizaba esta cofradía el Viernes Santo teniendo como protagonista al Cristo
del Calvario, imagen articulada que tras este acto era colocada yacente en
medio de la composición. Esto obliga a comprender la escena como una
lamentación sobre Cristo muerto. El dramatismo inherente a esta representación
explica el movimiento de la cabeza y la gesticulación primitiva que ofrecía la
Dolorosa con sus brazos abiertos en expresión dolor, posiblemente concebidos
fijos, como testimonian viejas fotografías, situándose muy en la línea de otras
creaciones de López. Los brazos articulados y las manos actuales son el
resultado de adaptar, ya a mediados del siglo XX, esta obra a los gustos
cofradieros sevillanos.
De la excelente Virgen del
Mayor Dolor, de la cofradía de San Bartolomé, se ha venido ignorando hasta
ahora su cronología. Hoy podemos por fin demostrar que es una obra
dieciochesca. El dato nos lo proporciona un auto originado por el traslado de
la hermandad desde el convento del Carmen a la parroquia de San Dionisio y
fechado en 1737[35]. En
este documento se recogen testificaciones de ciertos hermanos. Las más
interesantes son la del mayordomo Manuel de la Santa y la de uno de los
hermanos mayores, Vicente de Villegas. El primero afirma que desde unos
dieciocho años antes y hasta entonces se habían ejecutado “todas las alaxas y ymagenes esepto la del Santo Heccehomo”[36].
El segundo es más concreto aún y asegura “que
las alaxas que están en dicha cofradía se ha hecho desde el año de setecientos
y diez y nueve a esta parte y las dos ymagenes de Nuestra Señora del Dolor y
San Bartolome todo hecho en el referido tiempo a espensas del caudal de los
hermanos”[37]. En
efecto, parece que en torno a 1719 la cofradía sufre una especie de
reorganización[38]. Como
la propia documentación aclara, la primitiva iglesia del Carmen, donde
radicaba, padeció una ruina que obligó a levantar una nueva[39].
Las obras están constatadas desde 1696. No obstante, se sabe que la
construcción se paralizó hacia 1702, no siendo hasta precisamente 1718 cuando
se reinicia[40]. Ante
esta situación más favorable debió de surgir el momento propicio para recuperar
una hermandad que hay que presumir que habría decaído bastante por estas
circunstancias. Suponemos que el primer objetivo que se planteó fue hacer
imágenes más acordes con los gustos vigentes y no parece haber duda de que la mirada
se puso en las recientes y afortunadas aportaciones de El Desconsuelo y La
Piedad. En este sentido, aunque las referidas declaraciones señalan 1719 como
el año a partir del cual se harían las tallas de la Virgen y el apóstol,
pensamos que ambas debieron encargarse meses antes. No olvidemos que Ignacio
López es enterrado en El Puerto el 13 de diciembre de 1718[41],
por lo que quizás se hallarían entre las últimas obras salidas de su obrador.
Incluso cabe la posibilidad de que ambas pudieran haber quedado sin concluir o
policromar a la hora de su fallecimiento, llevándose a cabo la entrega a la
hermandad de manera póstuma, entrado ya el año siguiente. Por ahora no sabemos
nada con claridad sobre el taller de López y sus posibles colaboradores, por lo
que no es posible hacer más precisiones. En todo caso, estos nuevos datos
permiten, desde nuestro punto de vista, seguir apuntando a la autoría que
venimos proponiendo desde hace unos años y, desde luego, descartar atribuciones
a escultores del siglo XVII[42].
Ilustración 3: Nuestra Señora del Mayor Dolor (atribuida a Ignacio López, h. 1718).
|
En cuanto a sus características, hay que destacar que, como
suele ser habitual en este tipo de obras procesionales, es de candelero pero
presenta la peculiaridad de tener los brazos fijos, no articulados. Este
procedimiento nos habla de la importancia dada por su autor al movimiento y
expresividad de las manos, cuyo modelado ha recibido el mismo exquisito
tratamiento de la cabeza[43].
En este sentido, la deliberada diagonal que describe la composición y su propia
actitud implorante nos llevan a un pleno y teatral barroco, al igual que otras
tallas de su presumible autor.
La Virgen de la Confortación
de la antigua cofradía del Dulce Nombre de Jesús es otra de las singulares
aportaciones de esos años del primer cuarto del XVIII. La referencia más antigua a una imagen
mariana en esta hermandad que hemos localizado es de finales del siglo XVII. De
este modo, en 1694 es citada con el nombre de Nuestra Señora de la Encarnación
y así se le sigue llamando en 1721[44].
Esta antigua talla es sustituida entre 1722 y 1725. El dato lo sabemos gracias
a un litigio que surge en 1807 entre el entonces administrador de los bienes de
la entonces suprimida hermandad y el Convento de Santo Domingo[45]. En
efecto, a partir de la trascripción de una cuenta fechada el 3 de junio de 1726
y que alude a los gastos recogidos en el libro de mayordomía durante el periodo
del 19 de marzo de 1722 y el 31 de abril de 1725, están atestiguados los 240
reales de “la hechura de la imagen de
Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción”, que es como parece que fue
denominada en sus primeros años la Virgen. Junto a esta partida se apuntan los
735 reales de la excepcional escultura del ángel que la consuela, a lo que hay
que unir su estofado, que fue valorado en 375 reales. También se reflejan los
995 que costó “el retablo de la Madre de
Dios y Angel” y los elementos que fueron necesarios para acomodar el nuevo
conjunto a las andas procesionales, empezando por unos humildes tornillos para
el ángel y continuando por una serie de estrellas, una media luna, el plateado
de los varales, el terciopelo morado del palio, el rosado para la túnica de la
Virgen y el azul para su manto[46].
Ya en 1730 la advocación mariana había vuelto a cambiar, pues en un cabildo de
ese año es citada como “Nuestra Señora de la Compasión”[47].
Suponemos que este fue el título con el que fue conocida durante la mayor parte
del siglo XVIII y también en el XIX pues así es nombrada en un inventario de
1807 que aparece en dicho pleito[48]
y en el desamortizador de 1835[49].
Con el actual de “Confortación” sólo aparece en el Año Xericiense de Bartolomé Gutiérrez (1755)[50]
y, aunque es posible que se tratase de un error de dicho historiador, fue el
elegido al refundarse en los años cuarenta del siglo XX la cofradía, conocida
ahora como “La Oración en el Huerto”.
Ilustración 4: María Santísima de la Confortación (anónimo, 1722-1725). Autor de la fotografía: José Miguel Sánchez Peña, 1977. |
En el grupo escultórico destaca el conseguido diálogo entre la
dolorosa, con un pronunciado giro de cabeza, y la grácil figura angelical, de
talla completa y refinado dinamismo, la cual en el inventario de 1807 es
identificada con el arcángel San Gabriel. Lamentablemente, ambas obras han
sufrido en el siglo XX agresivas intervenciones que han desdibujado sus rasgos
y calidades originales. Con todo, pueden situarse en la línea de la escultura
jerezana de los años veinte del setecientos.
Otra hermandad que pudo sustituir
sus viejas imágenes por otras nuevas en el primer tercio del XVIII es la de San
Juan Bautista. Dicho periodo pudo ser un tiempo de cierto florecimiento para la
misma, como parece demostrarlo el hecho de que por entonces se renueven las dos
andas procesionales: en 1706 las del misterio de la Coronación de Espinas[51] y
en 1725 las de palio de la Virgen de la
Aflicción[52].
En este periodo se fecharían tanto el Cristo como la Dolorosa, ambos atribuidos
a Pedro Rellins[53],
un escultor de origen flamenco afincado en Sanlúcar de Barrameda que se
localiza trabajando para la zona desde los últimos años del siglo XVII hasta su
fallecimiento en 1728. En lo que respecta a la talla mariana, aunque se sabe de
la existencia de una anterior, concertada en 1625 con Francisco de Villegas[54],
pensamos que no puede identificarse con la que veneró la moderna hermandad de
la Coronación durante la primera mitad del siglo XX, obra plenamente barroca y
donde no logramos percibir el discreto tardomanierismo de Villegas. Si bien no
hay constancia de que formara parte de ningún grupo escultórico, una vez más
encontramos en ella el característico giro de cabeza a la izquierda, que la
emparenta con otras dolorosas jerezanas de la época. Tras un incendio acaecido
en 1934 sufrió importantes desperfectos, siendo intervenida por Agustín
Sánchez-Cid, perdiendo sus manos y parte de su calidad original. Fue sustituida
por la actual en 1950, conservándose hoy en la parroquia de Villaluenga del
Rosario con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores[55].
La cofradía de San Pedro o del Prendimiento, establecida en la parroquia de Santiago, debió asimismo de
sustituir su antigua dolorosa por otra nueva a lo largo de la primera mitad del
siglo XVIII. La existencia de una imagen mariana en el altar de la hermandad se
constata desde 1702 por los inventarios parroquiales[56].
Sin embargo, creemos que la anotada en esa fecha no puede identificarse con la
que bajo la advocación de la Virgen del
Desamparo venerarían los hermanos del Prendimiento hasta el siglo XIX y que
se cree la misma que hoy recibe culto por parte de la cofradía del
Cristo del Amor con el nombre de Nuestra Señora de los Remedios. Cualquier
intento de situar cronológicamente esta portentosa imagen, verdadera obra
maestra de la imaginería jerezana, pensamos que debe partir de contextualizarla
dentro de la trayectoria profesional de su probable autor, Francisco Camacho de
Mendoza, activo desde 1706 hasta su fallecimiento en 1757[57].
Muy posiblemente, se haría por el mismo tiempo que la talla de Cristo de la
misma hermandad, con la que comparte un buen número de grafismos y que también
viene siendo relacionada con fundamento con Camacho[58],
quien además está confirmado que llevó a cabo diversos trabajos para la iglesia
de Santiago, en cuya feligresía residió casi toda su vida. Ambas son piezas que
hablan de un maestro que ha llegado a su madurez artística. Aunque no deja de
ser una hipótesis, su fecha de creación podría situarse en torno a la década de
los años veinte del setecientos, momento en el que la cofradía sufriría
importantes transformaciones con motivo de la construcción de su capilla, cuyas
obras están documentadas en 1726[59].
De hecho, hay noticia de un nuevo palio para la talla mariana pocos años
después, en 1729[60].
En 1731 se sabe también que el platero Diego Montenegro le hizo una corona[61].
Con todo, hay que advertir que hemos localizado un documento que habla de la
existencia en 1783 de otra dolorosa procesional en Santiago, María Santísima
del Mayor Dolor, a través del codicilo de su propietario, el presbítero
beneficiado de dicha parroquia Mateo Díaz de Morales. Éste manifiesta que la
misma, que se encontraba entonces en un altar junto a la sacristía, era suya,
al igual que todo su ajuar y el paso de palio en el que se sacaba en Semana
Santa[62].
Esto nos hace preguntarnos si estamos en realidad ante la actual Virgen de los
Remedios. Igualmente, nos queda la duda, ya que no tenemos información de otra
cofradía de penitencia en Santiago, de si es la misma imagen que procesionaba
el Prendimiento antes de la supresión general de todas las cofradías de
penitencia jerezanas en 1771[63] y
que acaso había cambiado su advocación al pasar a manos de este sacerdote. El
asunto es verdaderamente complejo y queda abierto a nuevas investigaciones. En
la bella obra que nos ha llegado Francisco Camacho pudo tomar como punto de
partida para su dramática expresión y mirada hacia arriba a la Virgen del Mayor
Dolor de San Bartolomé. Sin embargo, aunque no conserva las manos originales,
por una fotografía antigua se constata que, a diferencia de aquélla, llegó a
llevar unas entrelazadas.
Muy ligada estilísticamente con la anterior está la Virgen de la Amargura de la antigua cofradía
de San Antón, asimismo atribuida a Francisco Camacho de Mendoza[64].
La alusión más antigua que hemos hallado sobre ella y el apóstol con el que
formaba pareja se fecha en 1727. Está en el contrato de un retablo “para colocar dicha ymagen y señor San Juan” que concierta ese año su hermandad con
el tallista Agustín de Medina y Flores para su altar de la iglesia del convento
de la Trinidad[65]. Este
templo se rehace y decora por estos años, por lo que no parece extraño que en
este contexto de renovación se decidieran hacer ambas imágenes[66].
Hay que advertir, no obstante, que la figura del santo, que también parece
estar en la línea del taller de Camacho, no es de madera como la dolorosa, sino
de pasta y, por ello, no ofrece el mismo grado de acabado. Como ya adelantamos,
hoy permanecen lamentablemente separadas y pertenecen a hermandades modernas,
siendo la Virgen titular de la Flagelación, mientras que el San Juan lo
posee en la actualidad la del Cristo del Amor.
Si bien no nos es posible por
ahora precisar cuándo, suponemos que en fechas no muy distantes a las
anteriores, y en todo caso en torno al segundo cuarto del siglo, se talla la
actual Virgen del Valle de la
hermandad del Cristo de la Expiración. Pese a ser una de las dolorosas de la
época que más alterada ha llegado hasta nosotros, viene siendo últimamente
atribuida, creemos que con acierto, a Diego Roldán[67],
cuyo estilo en ella es muy palpable si se observan viejas fotografías[68].
Frente a lo que hemos estado viendo en todos los ejemplos que se han ido
estudiando, su cabeza posee un gesto retraído y escaso movimiento.
Respecto a la hermandad del
Nazareno, hemos encontrado algunas referencias documentales a las andas y al
ajuar con los que presentaría a su Virgen
del Traspaso en su salida procesional. De este modo, en 1725 el orfebre
Diego Montenegro labraría unos varales para su palio[69] y
en 1742 el bordador Patricio Durán le confeccionaría un manto[70].
Sin embargo, en la segunda mitad del setecientos debió de sustituirse esta
antigua imagen. La espléndida cabeza de la nueva dolorosa, que volverá a ser
cambiada por otra a finales del siglo XIX, la conserva actualmente la cofradía
de las Tres Caídas con el título de María Santísima de los Dolores, aunque
sustituyendo sus primitivas manos entrelazadas por otras separadas[71].
Sus características formales pensamos que la relacionan con el genovés Jacome
Vacaro, el escultor más importante de esos años en la ciudad[72].
Una vez más, el emotivo rostro posee un expresivo movimiento hacia la
izquierda. De hecho, parece que también pudo idearse para formar una sacra
conversación bajo palio, como recogen algunos testimonios[73],
si bien la talla del San Juan que aún conserva El Nazareno parece anterior y,
desde luego, de distinta autoría.
Ilustración 5: Nuestra Señora de la Soledad (José Fernández Guerrero, 1800). |
El siglo se cierra con la
realización de una nueva talla de la Virgen
de la Soledad, pieza que responde ya a cánones estéticos de orientación
neoclásica. Su antigua hermandad había ya desaparecido para esas fechas
legalmente tras la supresión de 1771 pero en la práctica siguió funcionando,
como demuestra la documentación relativa a la misma conservada hoy en el Archivo
Histórico Nacional. De hecho, entre 1788 y 1792 sabemos que se efectuaron a
iniciativa del mayordomo Gonzalo Cruzado y gracias a las limosnas de los
devotos el dorado del retablo de la dolorosa y la policromía de su capilla en
la iglesia del Convento de la Victoria, trabajos que efectúan Julián de Padilla
y Juan Durán, respectivamente. Asimismo, se aporta una valiosa información
sobre la imagen actual, realizada en 1800 y costeada por el mayordomo José
García Moreno. De este modo, se apunta que “el
artifice que la hizo era Don Joseph Fernandez Pomar Academico de Cadiz e hijo
natural de la Villa de Ubrique” [74].
Aunque los datos sobre la autoría, fecha y donante se conocían ya por una
inscripción que posee la propia obra, los datos biográficos sobre el escultor
permiten ya confirmar la identificación sin ningún tipo de dudas de José
Fernández Pomar con José Fernández Guerrero, a quien Pomar Rodil y Espinosa de
los Monteros Sánchez la atribuyeron recientemente[75].
La comunidad de frailes mínimos recibió en donación la imagen a través de una
escritura notarial otorgada en 1804, incluyéndose en ella también la entrega de
un manto y una túnica de terciopelo bordados en oro[76].
Un esquema muy semejante al de la Soledad jerezana lo repitió Fernández
Guerrero en la Virgen de los Dolores de Fuentes de Andalucía en 1806[77] y
en la atribuida de las Angustias de la hermandad del Ecce-Homo de Cádiz[78].
En todas vemos un parecido modelo físico de recuerdos clásicos y las mismas
manos unidas en sereno gesto de oración.
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[1]
Este artículo se basa en una comunicación que presentamos en el Congreso
Internacional “Virgo Dolorosa”, celebrado en Carmona entre el 10 al 13 de
octubre de 2014.
[2]
Archivo Histórico Municipal de Jerez de la Fra. (en adelante: A.H.M.J.F.),
sección Archivo Histórico Reservado, caja nº 3, expediente nº 8, Reglas de la
Hermandad del Santísimo Cristo de las Penas y María Santísima del Desconsuelo
de la Iglesia de San Mateo, ff. 1-25.
[3]
Ibídem, f. 26v. El texto
informa que “En siete dias del mes de abril de el año de mi
setesientos i trese años viernes de los dolores yo Don Martín Real de Morales
canonigo de la Santa Yglesia colegial de esta ciudad de xerez de la frontera,
en virtud de comicion del Señor Provisor, bendixe las dos Ymagenes de nuestra
Señora del desconsuelo y Señor San Juan en la Yglesia Parrochial del Señor San
Matheo”
[4]
Con este fin, se solicitó permiso
al vicario de Jerez, Diego Camacho Gallo. El 15 de Febrero éste concederá su
autorización “para que el Viernes santo de cada un año a las cinco de la
mañana puedan hazer su Estazion por las calles que es costumbre y con
obligación de entrar y pasar por la Yglecia Collegial” (Ibídem, f. 26).
[5]
Archivo General del Arzobispado de
Sevilla, fondo Arzobispal, sección Gobierno, serie Libros de Visitas
Pastorales, legajo 5188, f. 217v.
[6]
Archivo de Protocolos Notariales de Jerez de la Frontera (en adelante:
A.P.N.J.F.), tomo 2307, oficio VI, escribano Bartolomé Barrera, año 1716, ff.
227-228.
[7]
Se apuntan “la imagen de
Nuestra Señora con su tunica de tela de color de ambar, manguillos de lo mismo
con 8 botones de plata de filigrana, con manto de felpa asul, su toca, corona
de plata, un guardabajos de tela de color Berde, otro guardabajos berde de razo
texido en el telar, Naguas blancas de bretaña con sus encajes, su almilla; la
Ymagen del Señor San Juan con su tunica de felpa verde, capa de felpa
Encarnada, dies botones de oro de fligrana, su diadema de plata, cíngulos dos
uno que tiene nuestra Señora y otro San Juan, su camisa y jubon de San Juan”: A.P.N.J.F.,
tomo 2311, oficio VII, escribano Juan Moniel de Cuenca, año 1717, ff. 245-248.
Documento citado en: Jácome González y Antón Portillo (2008, p. 42).
[8]
Campuzano (1800, pp. 40-45).
[9]
Ibídem, pp. 45-46. De este modo,
se suceden los realizados sobre Juan Guillen, Juana Clavería y Micaela María en
1714, Fray José de Haro en 1718, Simón Serrano en 1723 y Manuel Aguilar en
1727.
[10]
Ibídem, pp. 42-43.
[11]
Gutiérrez (1755, p. 71). Mesa
Ginete (1888, p. 125). Aroca Vicenti (1999a, pp. 8 y 13).
[12]
Concretamente, así se llamaba una
hija del retablista Agustín de Medina y Flores: Jácome González y Antón
Portillo (2006, p. 234). Otro ejemplo es el de María del Desconsuelo Guerrero,
que figura como fallecida el 30 de noviembre de 1832 por el Libro de
Defunciones de la Parroquia de San Dionisio. Tenía 65 años, por lo que habría
nacido en 1767: Archivo Histórico Diocesano de Jerez (en adelante: A.H.D.J.),
Fondo Parroquial, Parroquia de San Dionisio, Defunciones, libro 5, f. 218.
[13]
Moreno Arana (2006b, p. 70).
[14]
Aunque ahora damos datos más exactos, esta fecha ya había sido propuesta en: Espinosa
de los Monteros Sánchez (2006).
[15]
A.P.N.J.F., tomo 2488, oficio V, escribano Nicolás de Molina Sierra, año 1745,
ff. 104-105.
[16]
Fue atribuido a Diego Roldán en: Pomar Rodil y Mariscal Rodríguez (2004, p. 78).
Por nuestra parte, ya mostramos nuestro desacuerdo con esta atribución: Moreno
Arana (2006a, pp. 354, nota 42). Entonces, aceptando una presumible ejecución
con motivo de la fundación de la hermandad a mediados del siglo XVIII, la vimos
más cercana, atendiendo sobre todo a su calidad, al otro gran escultor del
Jerez de la época, Francisco Camacho; una teoría que hoy descartamos teniendo
en cuenta nuestro mejor conocimiento de la obra de este artista jerezano y la
documentada existencia del crucificado con anterioridad a la creación de la
hermandad, como acabamos de demostrar.
[17]
Según el blog de su hermandad: http://flagelacionbornos.blogspot.com.es/2012/04/el-rescate-de-la-iglesia-de-la_10.html
(consultado el 5/IX/2015).
[18]
Gutiérrez (1755, p. 107).
[19]
Repetto Betes y Gil Baro (1995, p. 419).
[20]
Pomar Rodil (2006, pp. 19-27).
[21]
Una visión completa de su biografía puede consultarse en: Moreno Arana (2014a, pp. 226-231)
[22]
Figura en el inventario desamortizador de 1821 del convento de Belén en el
altar de la hermandad junto a las dos imágenes titulares: Archivo Histórico
Provincial de Cádiz, Sección Hacienda, Desamortización, legajo 1237, expediente
10, f. 16.
[23]
De este palio hay una descripción de 1787: Vega Geán (1996, pp. 435-436).
[24]
Pudieron ser los casos de la de
las Angustias, la de las Lágrimas, de hermandad de la Veracruz, y la de la
Soledad, aunque veremos que esta última será ya sustituida por otra a
principios del siglo XIX.
[25]
Como ocurre con las vírgenes de la Esperanza de las Cinco Llagas y de la
Encarnación del Santo Crucifijo.
[26]
Estamos hablando de las cofradías de la Concepción, del convento de San
Francisco, y del Despedimiento, de la capilla de los Remedios, ambas citadas
por Bartolomé Gutiérrez entre las que salían en Semana Santa en Jerez en 1755.
Este mismo autor menciona asimismo una procesión sin nombre que salía la
Madrugada del Viernes Santo del convento de Madre de Dios y que sacaba a “Jesús
y la Virgen y San Juan”: Gutiérrez
(1755, p. 106). La dolorosa podríamos identificarla con la que hoy se
conserva en el coro bajo de este cenobio, que también parece seguir el modelo
de la Virgen del Desconsuelo y que se ha atribuido al círculo de Francisco
Camacho: Pomar Rodil y Mariscal Rodríguez
(2004, p. 215).
[27]
Todas estas atribuciones en: Moreno Arana (2006b, pp. 69-70).
[28]
Jácome González y Antón Portillo (2008,
pp.40-41). Rosa Mateos (2012, p. 267).
[29]
Archivo de la Hermandad del Santo Entierro de Jerez de la Fra. (en adelante:
A.H.S.E.J.), Cuentas de 1685 a 1726, año 1718, pp. 13-16.
[30]
A.H.S.E.J., Libro donde contiene
distintas cosas y sensos que se pagan y es de la capilla y Hermandad de Nuestra
Señora de la Piedad y Santisimo Cristo del Calvario, ff. 1v-2.
[31]
A.H.S.E.J., Cuentas de 1685 a 1726, cuentas desde el 7 de abril de 1720 hasta
fin de mayo de 1723, pp. 24, 31-33.
[32]
A.H.S.E.J., Cuentas de 1685 a 1726, año 1726, p. 28.
[33]
A.H.S.E.J., Gastos de la Cofradía de
1729, p. 13. Ibídem, Cuentas de 1734, p. 27.
[34]
A.H.S.E.J., Libro del caudal del Sto.
Xpto. del Calvario […] que tubo
prinsipio el dia 1º de Maio del año de 1744, s/p.
[35]
A.H.D.J., Fondo Hispalense, Ordinario, Jerez, Hermandades, caja 1, documento
18.1.
[36]
Ibídem, f. 20.
[37]
Ibídem, ff. 21-22.
[38]
Otra prueba de su reactivación es un litigio iniciado el 17 de abril de ese año
por la hermandad, liderada ya por el referido Manuel de la Santa como
mayordomo, sobre la precedencia de su guión en las procesiones generales
(A.H.D.J., Fondo Hispalense, Ordinario, Jerez, Hermandades, caja 1, documento
16.1).
[39]
Precisamente el no tener altar propio en la nueva iglesia parece que fue el
principio de las diferencias entre cofradía y convento, que llevarían al
traslado a San Dionisio (A.H.D.J., Fondo Hispalense, Ordinario, Jerez,
Hermandades, caja 1, documento 18.1, f. 61).
[40]
Los datos sobre la construcción de la iglesia en: Aroca Vicenti (2002, pp. 206-209 y 238-239).
[41]
Moreno Arana (2006b, p. 50).
[42]
Tanto la dolorosa como el San Bartolomé fueron atribuidos tradicionalmente, sin
más argumentos que su calidad artística, a Juan Martínez Montañés. La imagen
del santo también ha sido asignada a José de Arce: Ríos Martínez (1991, pp.
104-105).
[43]
Este sistema de brazos fijos lo vemos también en otras obras atribuidas a
López, como el Nazareno de El Puerto de Santa María y, en Jerez, el grupo de
Virgen de la Piedad y el propio San Bartolomé del Mayor Dolor.
[44]
A.H.D.J., Fondo Hispalense, Hermandades, caja 4, documento nº 2, libro de
cabildos de la Hermandad del Dulce Nombre (1686-1759), ff. 5 y 198.
[45]
Aunque ahora aportamos mayor información sobre este tema, ya hicimos un primer
acercamiento en: Moreno Arana (2012b).
[46]
Archivo Histórico Provincial de Sevilla (en adelante: A.H.P.S.), sección Real
Audiencia, leg. 29668, exp. 2, “Año 1807. Formados a Ynstancia del Real
Convento del Señor Santo Domingo de esta ciudad contra Don Luis Romero vecino
de la misma sobre la entrega de unos libros pertenecientes a la capilla, su
advocación el dulce nombre de Jesús”, ff. 26v-28.
[47]
A.H.D.J., Fondo Hispalense, Hermandades, caja 4, documento nº 2, libro de
cabildos de la Hermandad del Dulce Nombre (1686-1759), f. 203.
[48]
A.H.P.S., sección Real Audiencia, leg. 29668, exp. 2, “Año 1807…”, ff. 2v-5v.
[49]
Archivo Histórico Provincial de Cádiz, sección Hacienda, Desamortización,
legajo 1238, expediente 5.
[50]
Gutiérrez (1755, p. 105).
[51]
Jácome González y Antón Portillo (2001, pp. 110-111).
[52]
Jácome González y Antón Portillo (2002, p. 131).
[53]
Sánchez Peña (2003, pp. 22-24).
[54]
Jácome González y Antón Portillo (2002, p. 126).
[55]
Rosa Mateos (2012, p. 104).
[56]
A.H.D.J. Fondo parroquial, Jerez, Parroquia de Santiago, Fábrica, Inventarios
(1699-1913).
[57]
Fue atribuida en: Aroca Vicenti (1999b, p. 127). A este artista le hemos
dedicado varios artículos: Moreno Arana (2009, pp. 353-364). Moreno Arana (2012a,
pp. 335-350). En relación a su trabajo para la retablística de la época ver: Moreno
Arana (2014a, pp. 234-236). Moreno Arana (2014b, pp. 258-268).
[58]
Sánchez Peña (1984, pp. 129-134).
[59] Aroca Vicenti (2002, p. 211).
[60]
Aroca Vicenti (1996, pp. 389-390).
[61]
La fecha de ejecución, el autor, las circunstancias del encargo y una
descripción de la pieza en: A.P.N.J.F., tomo 2398, oficio VI, escribano
Bartolomé Barrera, año 1732, ff. 317-318. El documento fue citado, aunque con
una errónea datación de la corona, en: Jácome González y Antón Portillo (2001,
p. 122).
[62]
A.P.N.J.F., tomo 2818, oficio XV, escribano Juan Guerrero Espino, año 1783, f.
71.
[63]
Sobre este tema ver: Repetto et alii (1995, pp. 435-484).
[64]
Aroca Vicenti (1999b, p. 127).
[65]
A.P.N.J.F., tomo 2377, oficio XV, escribano Alonso Guerrero, año 1727, ff.
68-69.
[66]
La iglesia fue reinaugurada en 1724: Gutiérrez
(1755, p. 68). Más datos sobre su decoración con nuevos altares en: Alonso de
la Sierra Fernández y Herrera García (1992, pp. 131-132, nota 28).
[67]
Aroca Vicenti (1999b, p. 128).
[68]
Es muy probable que no fuera la única obra de este artista para esta cofradía y
su sede, la ermita de San Telmo. Recientemente, se le han atribuido unas
pequeñas tallas de una dolorosa y San Juan allí conservadas: Rosa Mateos y
Jácome González (2012). Nos
parece igualmente del discreto quehacer de su taller el relieve de la
“Imposición de la casulla a San Ildefonso” del ático de uno de los retablos
laterales, donde parece que originalmente se veneraba a la propia Virgen del
Valle. Puede fecharse hacia los primeros años de la década de los años veinte
del siglo XVIII, quizás en fechas próximas a la de la realización de la Virgen.
[69]
A.P.N.J.F., tomo 2366, oficio II, escribano Juan de Herrera Tello, año 1725, f.
79.
[70]
A.P.N.J.F., tomo 2481, oficio VII, escribano Manuel Terán Gutiérrez, año 1742,
f. 6.
[71]
García Romero, López Romero y Vega Geán (1999, pp. 332-333).
[72]
Moreno Arana (2014c, p. 189).
[73]
Repetto Betes y Gil Baro (1995, p. 341).
[74]
Archivo Histórico Nacional, Sección Clero, Libro 1980.
[75]
Espinosa de los Monteros Sánchez y Pomar Rodil (2009).
[76]
Caballero Ragel (1996, pp. 396-400).
[77]
Ollero Lobato y Quiles García (1991, pp. 32-34).
[78]
González Isidoro (1986).
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