lunes, 10 de mayo de 2021

La casa barroca jerezana: algunos ejemplos vinculados al auge de la industria del vino en el siglo XVIII

 Publicado en:

PÉREZ GONZÁLEZ, Silvia María y BAREA RODRÍGUEZ, Manuel Antonio (eds.) y MIURA ANDRADES, José María (coord..): De las cepas a las copas: El vino en Jerez desde la Edad Media hasta nuestros días. Asociación Jerezana de Amigos del Archivo. Jerez de la Frontera, 2020, pp. 103-118, ISBN 978-84-948336-8-7.

ARTÍCULO EN PDF

 

Resumen: Como resultado de la bonanza económica que trae consigo el florecimiento de la industria vinatera en Jerez de la Frontera durante el último tercio del siglo XVIII, se va a desarrollar una interesante arquitectura doméstica. En este artículo documentamos algunas de las casas construidas por los sectores más acomodados de la sociedad local en torno a la década de los setenta de dicho siglo.

Palabras clave: siglo XVIII, Jerez de la Frontera, arquitectura doméstica, vino de Jerez

Abstract: The prosperity of the wine industry in Jerez de la Frontera in the last third of the 18th century resulted in an interesting domestic architecture. In this article we document some houses which were built by the most wealthy sectors of the local society over the 1770s.

Key words: 18th century, Jerez de la Frontera, domestic architecture, Sherry wine

 

            La década de los setenta del siglo XVIII fue un periodo relevante para el desarrollo de la industria del vino de Jerez. Fueron años que suponen una transición desde el Antiguo Régimen al capitalismo a través del duro enfrentamiento por el control del mercado entre la oligarquía cosechera y la burguesía vinatera exportadora. Esto se materializó en el pleito que lidera Juan Haurie contra el Gremio de la Vinatería con el objetivo de liberalizar el sector y que se inicia en 1772. Apoyando a Haurie, personajes como Antonio Cabezas, Francisco Romano de Mendoza o Juan de Menchaca. En contra, la vieja nobleza local[1]. En este ambiente, tenso pero de evidente bonanza económica, se produce una interesante actividad constructiva en relación a la arquitectura doméstica ligada a las clases acaudaladas jerezanas, que parecen en este terreno artístico también competir entre ellas. De esta manera, si en 1772 las grandes casas de dos ricos nobles de la ciudad, el Marqués de Villapanés[2] y Juan Dávila Mirabal[3], estaban en vías de finalización, ese mismo año comienza Haurie a plantear el comienzo de las obras de la suya y en 1773 Cabezas pide terreno al Ayuntamiento para levantar su vivienda en el antiguo Llano de San Sebastián. Junto a los ostentosos palacios de Villapanés, Bertemati y Domecq y la más funcional vivienda de Haurie, otras casas representativas del XVIII jerezano se levantan en torno a estas mismas fechas. Son las situadas en calle Corredera nº 35 por el labrador Francisco de Celis (1771), en Porvera nº 52 por el labrador y jurado Alonso Sánchez Triano (1773)[4], en plaza Rafael Rivero nº 3 por el canónigo Antonio de Menchaca (1777) o la desaparecida de la esquina de calle Corredera con plaza de las Angustias por el labrador Diego José de Vargas y su viuda Micaela de Fontanilla (1774-1777). Al mismo tiempo, viejas casas de la nobleza son intensamente reformadas para adaptarlas a esta tendencia estética. Son los casos de los palacios de Carrizosa y Pemartín, transformados entre 1772 y 1775 por Rosa María Adorno y entre 1773 y 1776 por Agustín Pío de Villavicencio[5], respectivamente.

Todo esto permite situar en los años setenta del siglo XVIII una verdadera etapa dorada de la arquitectura civil barroca jerezana. De hecho, nos encontramos ante un fenómeno arquitectónico con unas características formales y un marco cronológico muy concretos. La interesante unidad estilística que conforman puede explicarse, en parte, como hemos adelantado, por las ansias de emulación entre los distintos propietarios de estos edificios. No obstante, a ello tenemos que añadir que nos consta la existencia de estrechos contactos e incluso de lazos familiares entre ellos que también pudieron influir en un trasvase de ideas y artistas. Además, no es menos importante el hecho de que sean unos pocos arquitectos los que estén detrás de las principales construcciones. En este sentido, se dio la oportuna circunstancia de que la ciudad contara en esos años con la presencia de unos maestros capacitados para abordar exitosamente este tipo de trabajos. Y entre todos ellos hay dos figuras que parecen sobresalir en este contexto, Juan Díaz de la Guerra y Juan de Bargas.

La documentación demuestra que los dos llegaron a alcanzar una gran fama en este periodo, recibiendo ambos buena parte de los mejores encargos. De Juan Díaz es del que más trabajos documentados nos han llegado, probándose su intervención en los palacios de Domecq, Villapanés y Carrizosa, este último gracias a las investigaciones contenidas en este estudio. Además, por afinidad formal se le pueden atribuir otras edificaciones contemporáneas, como la antigua casa de Antonio José de Menchaca en la plaza Rafael Rivero y la desaparecida de los Vargas de Fontanilla en la plaza de las Angustias. Esto lo sitúa en una posición preeminente entre los arquitectos jerezanos dedicados a la arquitectura doméstica. En cuanto a Juan de Bargas, por ahora, sólo está confirmada su autoría sobre una obra tan destacada como es el palacio Bertemati, pudiéndosele atribuir igualmente la autoría de la antigua casa de Francisco de Celis en la calle Corredera debido a su relación estilística con el anterior. No obstante, nos quedan más testimonios de su labor de director de la construcción o reforma de viviendas en Jerez y, lo que es aún más llamativo, en otras localidades cercanas. Está probado, así, uno de estos trabajos en la ciudad de Cádiz[6] y puede llegar a suponerse otros para El Puerto de Santa María. En este sentido, en 1778 Bargas firma en Jerez una escritura por la cual se obligaba a pagar cierta deuda a una compañía mercantil gaditana por la “madera que he sacado de sus almacenes para distintas obras que he tenido a mi cargo en la ciudad del Puerto y en esta”[7]. Esta noticia, además de confirmar que la fama de Juan de Bargas excedía los límites jerezanos, abre nuevas vías de investigación sobre la aún desconocida obra del arquitecto en una ciudad como El Puerto, con una rica arquitectura civil que, en algunos casos, posee evidentes conexiones estéticas con la jerezana de la época.

1.      Las viviendas de los grandes bodegueros

Indudablemente, el ejemplo más importante y elocuente de toda la serie de casas levantadas en Jerez en torno a la década de los setenta del siglo XVIII es el del conocido en la actualidad como Palacio Domecq, que fue construido para Antonio Cabezas de Aranda, Marqués de Montana. Sobre este destacado edificio ya tuvimos la oportunidad de escribir un artículo hace unos años, donde documentamos diferentes detalles sobre su construcción, como la intervención en ella del arquitecto Juan Díaz de la Guerra[8]. Es por ello que no nos vamos a extender hablando sobre esta casa en este trabajo, sino que sólo mencionaremos los datos de mayor relieve.

La atrayente personalidad de Cabezas de Aranda es un paradigma de la complejidad y ambigüedad de la sociedad jerezana del momento[9]. Por un lado, fue propietario de la más antigua compañía exportadora de vino de Jerez, “CZ”, y como tal fue uno de los más firmes defensores de la liberalización de la producción y comercialización vinatera, como ya hemos indicado[10]. Pero, por otro lado, sus inquietudes nobiliarias le llevan a obtener el título de marqués por esos mismos años, en concreto en 1775[11].

En este contexto, sus diversas pretensiones fueron vistas con reticencias por la vieja oligarquía local que, en un principio, no dudó en bloquear la concesión del terreno sobre el que se edificaría su vivienda cuando lo solicita al cabildo municipal en 1773. Su riqueza[12] y sus ansias de ascenso social quedaron materializadas en su interés por construir una casa de grandes dimensiones en un espacio público como era el Llano de San Sebastián, emplazado en una importante zona de entrada de la ciudad. Tras obtener una resolución favorable a su solicitud por parte de la Corona en 1774, pudo finalmente crear una suntuosa edificación que logra reordenar su entorno urbano, dotándolo de un frente monumental que divide escenográficamente el espacio. Todo ello a través de una fachada principal que resulta modélica para la tipología de arquitectura doméstica que se crea en estos años en Jerez, con sus dos cuerpos y soberado, sus cuidadas esquinas, su gran portada central con ondulante balcón o sus característicos tejaroces de pizarra (fig. 1).

Fig. 1


Sabemos que las obras estaban en pleno desarrollo en 1776 y que debieron de concluirse, a falta de algunos pormenores, en 1782, cuando el marqués decide pasar a habitar su palacio. Sólo tres años más tarde, en 1785, Antonio Cabezas muere. Su albacea, Francisco Antonio de la Tijera, se encargó de hacer los pagos pendientes por la obra, entre ellos al arquitecto Juan Díaz como encargado de “la construccion de las cassas prinzipales”. Por último, en 1786 el edificio fue valorado en la extraordinaria cantidad de 1.144.867 reales[13].

Pero si la casa-palacio de Antonio Cabezas supone el culmen de un modelo representativo de estos años en la ciudad, la vivienda de otro importante impulsor de la industria bodeguera de este momento, el francés Juan Haurie, responde a unos criterios diferentes. Nos estamos refiriendo a la ocupada por las actuales Tornería nº 5 y San Marcos nº 1.

Haurie es una figura crucial en el Jerez de esos años. Se ha dicho que “el liberalismo económico y político se abrió camino en el Marco de Jerez gracias, en buena medida, a Juan Haurie” [14]. Su personalidad burguesa parece reflejarse de alguna manera en su morada.

En su testamento, fechado el 18 de diciembre de 1791, Haurie manifiesta ser propietario de dos casas, “con nombre de grande y chica” en la calle de la Tornería, heredadas de Patricio Murphy a través del testamento de este último, otorgado en 1764. Asimismo, era propietario de otras dos en la misma calle, la primera comprada el 11 de marzo de 1772 y la segunda el 14 de mayo de ese año. Estas cuatro casas “se hallan unidas y construida de ellas una sola, que se ha fabricado de nuevo y es mi actual habitación”[15]. La obra, de hecho, se desarrolló durante los meses siguientes, constando que estaba en curso a mediados del siguiente año de 1773. Esto lo sabemos porque, curiosamente, se cita en el propio pleito contra el Gremio de Vinatería, en el que se comenta que ciertas personas que trabajaban para Haurie fueron llamadas por éste para que firmaran como cosecheros junto a él, citándose expresamente entre ellos a “Juan Falcón su maestro carpintero en la casa que estaba fabricando en la calle de la Tornería”[16].

Por tanto, la zona principal, con fachada a la calle Tornería, debió de levantarse a partir de mediados de 1772. Pero a ella se incorporan con posterioridad por la zona trasera que da a la calle Gibraleón diferentes inmuebles comprados entre 1785 y 1793[17]. Esto le permitió hacerse con buena parte de la manzana comprendida entre ambas calles y la de Francos a lo largo de varias décadas.

En 1778 el padrón municipal recoge en la vivienda al propio Juan Haurie “con más de cecenta años” y a ocho sobrinos (Juan José, Juan Luis, Juan Pedro y Juan Carlos Haurie, Pedro Beigbeder, Juan Nagaroles, Pedro Lambeya y Juan Pedro Casaubon), además de tres sirvientes, todos ellos “solteros y extranjeros”[18].

Fig. 2


El aspecto exterior de la casa muestra una llamativa sobriedad, comparado con el de otras que incluimos en este estudio, siendo especialmente acusado el contraste con el palacio de Montana, que acabamos de mencionar (fig. 2). En su fachada principal a la calle Tornería el edificio está claramente dividido en dos partes, cada una con su correspondiente portada, aunque compartiendo la misma distribución en tres cuerpos separados por cornisas que suele ser habitual en esta época, rematándose por el característico soberado. En el cuerpo principal, correspondiente a la primera planta, ambas casas quedan separadas por una leve y estilizada pilastra de apariencia toscana. La parte izquierda, de mayores dimensiones, ostenta una portada más cuidada, dentro de su sencillez. Omite cualquier decoración vegetal, así como el uso de la típica moldura mixtilínea. El anónimo arquitecto, a cambio, ha enfatizado el molduraje, creando una apariencia de doble enmarque y jugando con las líneas cóncavas y convexas para conseguir un sutil efecto de movimiento y claroscuro[19]. A cada lado coloca sendas cabezas que sostienen los extremos del recto balcón superior. Exhiben distintivos tocados, uno con plumas y otro con un turbante. Estamos quizás ante una representación de Occidente y Oriente, muy a propósito para decorar la vivienda de un comerciante dedicado a la exportación[20].

La casa de la derecha, a la entrada de la calle San Marcos, parece tener un sentido más secundario, como manifiesta su portada, de cantería llana, y colocada  descentrada en su fachada. No obstante, hay que resaltar que sobre esta zona del conjunto arquitectónico se asienta el elemento que aporta su mayor singularidad al exterior. Se trata de una torre-mirador, más propia del contexto mercantil de Cádiz que de Jerez, donde su presencia es escasa[21]. Responde al modelo gaditano de “sillón”, ocupando el segundo cuerpo, que sirve de remate, la mitad de la planta. Se corona por un chapitel. Cada uno de los lados de la torre se articula mediante franjas verticales resaltadas a manera de pilastras. Por otro lado, la esquina con la calle Gibraleón se refuerza con el usual pilar de piedra de Gigonza con remate de arenisca, de perfil contracurvo y acabado en dos triángulos, diseño muy similar al de las esquinas de la bodega conocida como del Conde de los Andes, levantada por Juan Díaz en 1770[22].

En el interior de la casa principal, a eje con la portada, se encuentra un curioso patio. Vemos aquí el mismo lenguaje sobrio, aunque con detalles de interés, como la distribución abocinada u oblicua de los arcos, que provoca a su vez la colocación girada de los capiteles, otros arcos acabados en volutas o la aparición de nuevo de cabezas cumpliendo la función de ménsulas. Estos pormenores nos hablan, pese a las peculiaridades señaladas, de un tracista no muy distante de los trabajos que en ese tiempo hacían en la ciudad arquitectos como Juan de Bargas o el propio Juan Díaz. 

Las casas de otros protagonistas del pleito contra el gremio de la vinatería han corrido peor suerte. Es el caso de la de Francisco Romano de Mendoza, que desapareció tristemente hace décadas.

De Romano de Mendoza nos habla Tomás García Figueras con estas expresivas palabras: “era de origen humilde; fué ganadero, agricultor, cosechero y exportador de vinos. La humildad de su origen fué motivo de incidentes y quejas al ser propuesto para la vara de Alcalde de la Hermandad. Fué noble de privilegio y se le dió la ejecutoria en 1775”[23]. Por tanto, nos encontramos ante un caso muy similar al de Cabezas de Aranda, un personaje que asciende socialmente gracias a su enriquecimiento[24], siendo sugestivo que obtenga un reconocimiento a su condición hidalga el mismo año que aquél consigue el título de marqués y en fechas próximas al citado pleito, en el que ambos se opusieron a un sector de la vieja nobleza local.

De su casa sabemos que, según García Figueras, se situaba en el actual nº 16 de la calle Francos[25]. Este historiador recoge, de hecho, una interesante alusión a ella en una crónica de la estancia en Jerez de Abulàbbas Ahmed el Gazzal, embajador del sultán de Marruecos, en 1766. No deja de ser llamativo que en el documento se afirme que para hospedar a este personaje fue elegida la vivienda de Romano de Mendoza por ser “una de las mejores de la ciudad, por su hermosa estructura y famosa disposición”[26]. Por el inventario post-mortem de sus bienes de 1794 se constata que fue comprada a Isabel Zarzana y Serna, mujer de Juan Ponce de León, en 1752, aclarándose que “estas casas se labraron introduciendo en ellas otras compradas de don Juan González Franco, que estaban en la Plazuela que llaman de Valderrama (hoy Jaramago), y parte de otras, que en dicha Plazuela se compraron a las Pastranas”. Queda por tanto claro que a partir de ese año fue reedificada, aunque por ahora no tenemos datos sobre estas obras. El referido inventario la valora en 207.781 reales. Adjunta a la casa, en la misma calle Francos, poseía una bodega, que fue comprada en fechas más tardías, en concreto, en 1781[27].

Fig. 3


Sólo tenemos de este edificio alguna fotografía, como la publicada por García Figueras en su artículo sobre la embajada de El Gazzal, que reproduce un patio de cierta entidad arquitectónica al que se abría una escalera principal de doble tiro[28] (fig. 3), quizás antecedente de la que más tarde levantará con gran suntuosidad el propio Antonio Cabezas. Asimismo, se sabe que en 1770 contaba con un oratorio adornado con un retablo ejecutado por Andrés Benítez, maestro al que Romano de Mendoza encargaría también otro dedicado a San Juan Nepomuceno, aún conservado, para la parroquia de San Marcos[29].

2.      Hacia la creación de una tipología: la casa de Francisco de Celis

            Otra de las casas más llamativas de esta época es la situada en la calle Corredera nº 35. Hasta ahora se ignoraban las circunstancias que rodearon a su construcción. Hoy podemos aportar que fue levantada como vivienda de Francisco de Celis y Cala entre  1770 y 1771. Puede considerarse, por tanto, un antecedente de obras posteriores, como el ya comentado Palacio Domecq.

De orígenes familiares montañeses, Celis podría representar un ejemplo de búsqueda del prestigio social a través de la construcción de una casa de cierta suntuosidad. De otro modo no puede entenderse, siendo como era un personaje que no alcanzaría una gran relevancia en la sociedad jerezana de su época pues no consta que obtuviera ningún cargo público ni título nobiliario y, además, su patrimonio, aunque nada despreciable, se situó bastante lejos de las grandes fortunas locales del momento. De esta manera, el total de sus bienes llegó a superar los 500.000 reales[30], cifra que lo sitúa dentro del promedio de riqueza de los labradores del Jerez de aquellos años, según la clasificación de Gonzaléz Beltrán[31]. De hecho, como labrador, e hidalgo, lo encontramos en el padrón municipal de 1776[32]. Aunque parece que no se dedicó a la producción del vino, sino, principalmente, a la ganadería, resulta significativo que se vinculara a una familia de bodegueros como fue la de los Rivero, a la que perteneció su segunda esposa. Del mismo modo, constan sus contactos con el ya citado Juan Haurie, del que se declara deudor en 1773[33].

            Datos fundamentales para conocer el origen de la casa en la que vivió se encuentran en el testamento de su primera mujer, Antonia Varela y Cala, y en el inventario realizado tras la muerte de ésta, acaecida el 27 de septiembre de 1771.

El primero de los documentos se fecha el 14 de agosto de 1771. En esta última voluntad, al hablar de las “casas principales que son las de nuestra morada, situadas en la collación de San Miguel calle de la Corredera”, se apunta que esta “finca, estando mui mal tratada, compre yo el dicho Don Francisco a Doña Rosa Sanchez muger legitima de Fernando Farfan por escriptura de venta que otorgo a mi favor con licencia de su marido ante Don Alonso Romero de Carrión escribano publico en tres de Diciembre de mil setezientos sesenta y nueve; y despues de haberla comprado, la hice demoler, y la hemos hecho construir de nueba y primorosa fabrica, que se esta de presente continuando”[34].

Si la anterior escritura nos permite establecer una cronología aproximada para el comienzo de las obras hacia 1770, tras la compra del inmueble y el derribo de la construcción preexistente, el posterior “inventario, aprecio y liquidación extrajudicial” de los bienes de la difunta esposa del dueño, otorgado el 17 de noviembre de 1771, nos va a proporcionar información precisa sobre la terminación del edificio por esa fecha, así como sobre algunos de los maestros que intervinieron en él[35].

El 5 de octubre se habían nombrado para la tasación a los arquitectos Juan de Bargas y Domingo Mendoviña y a los carpinteros de lo blanco Antonio Terrón y Esteban García. Advierte el documento que en ese momento “por no hallarse perfectamente conclusa la fabrica de estas casas, comprehendieron en el dicho aprecio la cantidad que consideraron deveria gastarse en su perfecta conclucion”. No obstante, en el momento de otorgar la escritura de partición la vivienda es mencionada ya como “unas casas principales de nueva fábrica, acabadas de construir en el día de la fecha”. Como veremos a continuación, el término de los trabajos se había producido, en efecto, poco antes.

En este sentido, no menos interesantes son varias partidas que se recogen entre las deudas incluidas en este inventario. En primer lugar, constan las cantidades que se le debían a los apreciadores, puntualizándose que “aunque tambien asistio Antonio Terron a la misma dilixencia, no se cargan por el trabajo de este derechos algunos por no averlos llevado mediante a ser el maestro de la obra de las nuevas casas”. Por otro lado, se afirma que Celis había “satisfecho nueve mil setecientos nueve reales de vellón a las personas que se expresaran, en la conclucion de la fabrica de las casas principales”. Estos gastos son los siguientes:

“Al Maestro Pintor por todas las Pinturas que hizo en las Puertas, Ventanas, Balcon, rexas, corredores y portada de la calle seiscientos y quarenta reales.

Al maestro farolero Simon de los reyes[36] por todas las Latas, Bidrieras y mas correspondiente a su oficio novecientos setenta y un reales.

A los albañiles, carpintero, zerrajeros y Herrero satisfizo desde el dia treze de octubre de este año en que se empezo a continuar la obra despues de pasados los días del Duelo hasta el trece del corriente en que se concluio ocho mil y noventa y ocho reales”.

Francisco de Celis contraerá un nuevo matrimonio con Josefa Rivero Beato de Rojas, hija de Pedro Agustín Rivero e Inés Beato de Rojas en 1773. Con motivo de este enlace se firma una declaración de capital el 16 de octubre, en la que la casa es valorada en 125.794 reales de vellón[37].

El 18 de junio de 1789 fallece Francisco de Celis. El 7 de octubre se hace el inventario y partición de bienes, siendo la casa apreciada en 126.608 reales[38]. Por este valor será vendida por su viuda a la familia Aranda, que fueron propietarios de la casa en el siglo XIX. En concreto, Jerónima de los Ríos y Gálvez, a su vez viuda de Gaspar de Aranda y Villegas, la compra el 23 de diciembre de 1790[39]. En el testamento de esta última se apunta que con motivo de esta venta se hicieron “algunas obras y reparos” por el valor de 4.000 reales[40].

Hace años planteamos la posibilidad de que el autor de esta casa fuera Juan de Bargas[41]. Como enseguida diremos, la relación con la producción documentada de éste es evidente. El hecho de que aparezca en el aprecio de 1771, cuando todavía la edificación no había acabado, es muy sugerente, ya que conocemos otros casos en los que el maestro constructor es llamado para hacer el aprecio de su propia obra[42]. Pero, desgraciadamente, la documentación no aclara nada al respecto e incluso podría llevar a poner en duda su intervención, ya que vimos que en las cuentas relacionadas se le paga a él como apreciador, mientras que el desconocido carpintero Terrón[43], que también participa en la tasación, no recibe nada por ello, a causa de “ser el maestro de la obra”. Tal vez podría suponerse que en la fase final de los trabajos fueron las labores de carpintería, junto a las de pintura o cerrajería, las que centraron los esfuerzos, por lo que fue Antonio Terrón el que quedó como responsable de la obra. Sabemos asimismo que Bargas estaba implicado paralelamente en un proyecto de mayores vuelos como eran las casas de Juan Dávila Mirabal, el actualmente conocido como Palacio Bertemati, que pudo iniciarse en torno a 1768-1769 y que aún a finales de 1772 no estaba finalizado[44]. Al respecto, debemos advertir que, de todas las grandes casas levantadas en Jerez durante esos años y que forman un grupo bastante homogéneo desde el punto de vista formal, es esta de Celis la primera en concluirse, por lo que pudo servir de referencia para otras inmediatamente posteriores.

A la hora de analizarla, llama la atención su escaso desarrollo exterior al contar únicamente con una sola fachada. Al igual que ocurre con la planta, irregular y alargada, fue necesario adaptarla a una finca preexistente. Con todo, la ausencia de esquinas o de una ancha fachada no impide que se buscara un cierto protagonismo urbano a través de una ubicación que no parece casual. De hecho, la casa se sitúa, centrada, frente a un tramo de la calle Corredera que se ensancha formando una especie de plaza, lo que permite su observación con una amplia perspectiva.

En alzado presenta una característica distribución, de dos cuerpos y soberado, con portada central, dotada de dinámica planta y sinuoso balcón resguardado por tejaroz de pizarra y flaqueado por otros balcones cerrados con rejas. Es el mismo esquema que seguirán, por ejemplo, Juan Martínez en la antigua casa de Alonso Sánchez Triano en la calle Porvera, acabada en 1773, o Juan Díaz, de manera más monumental, en el Palacio Domecq, cuyo proceso constructivo se inicia en 1774. Con todo, en los detalles decorativos existe una mayor afinidad con el Palacio Bertemati. Las vistosas repisas que sostienen los balcones laterales repiten la forma gallonada y las mismas mensulillas que vemos en los que se abren encima de los huecos de la entreplanta en la casa de los Dávila Mirabal. Por otro lado, la portada tiene claros puntos de contacto con la secundaria de Bertemati, siendo muy similar el entablamento inferior, la moldura mixtilínea que recorre el vano del balcón o las volutas que sirven de coronación del segundo cuerpo, cuyo diseño remite del mismo modo a otra obra posterior de Bargas, la espadaña de la parroquia de San Marcos (1774)[45].

Fig. 4


Finalmente, merece destacarse el dato aportado por la documentación sobre la aplicación de pintura sobre la portada, lo que puede interpretarse como un uso de policromía sobre ella, de la que carece hoy pero que podía observarse en viejas fotografías (fig. 4). Por el contrario, en la actualidad lo que es perceptible es, de hecho, el lamentable deterioro de los motivos ornamentales esculpidos en relieve en esta portada. No olvidemos que la policromía se empleaba no sólo con un sentido estético, sino también de protección debido a la gran porosidad de la propia piedra. Un recurso que, por cierto, permite conectar esta casa de nuevo con la de Dávila Mirabal, ya que su portada principal hacía uso también de la policromía[46].

3.        La consolidación de un modelo: las casas de Antonio José de Menchaca y la familia Carrizosa

Es de sobra conocido que la familia Rivero estuvo ya en el siglo XIX vinculada con otra relevante casa del periodo que estudiamos, la de la plaza Rafael Rivero nº 3. Su promotor fue el canónigo Antonio José de Menchaca y Triano, ligado a su vez al mundo del vino a través de su tío Juan de Menchaca y su cuñado Francisco Antonio de la Tijera, que llegaría a ser gerente de la compañía CZ y, como vimos, albacea del Marqués de Montana.

En el testamento de su tío, fechado en 1766, se le menciona como “Presvitero Beneficiado de la Parroquial de Señor San Marcos”, afirmando que lo había criado “y me ha asistido por Espacio de más de veinte años”. Por todo lo cual recibe una serie de legados por parte de su tío[47].  Sobre su biografía Repetto Betes aporta datos interesantes. Así, sabemos que era doctor en teología y que incluso había sido profesor en la Universidad de Osuna. En 1771 se convierte en racionero de la Colegial jerezana y en diciembre de 1775 consigue el ascenso a canónigo. No nos parece casualidad que sólo unos meses más tarde emprenda, como vamos a ver, la compra de los distintos inmuebles sobre los que se asentará su vivienda, con la que parece pretender hacer ostentación de su nuevo status, de la misma manera que otros promotores de otras destacadas casas jerezanas del momento. Fue administrador del Hospicio de Huérfanas y del Hospital de la Sangre. Murió el 19 de marzo de 1813[48].

Contamos con una serie de noticias relacionadas con la fase previa a la construcción del nuevo edificio. El proceso se inicia en 1776. Curiosamente, la suegra del ya citado Francisco de Celis, y viuda de Pedro Agustín Rivero, Inés Beato de Rojas, le vende a Francisco de la Tijera “unas casas con ynclusion de unas Bodegas suyas” en la Plazuela de la Puerta de Sevilla, junto al “lienzo de la muralla” el 1 de febrero de ese año[49]. Por otro lado, el 13 de septiembre se produce la petición al cabildo municipal del propio Menchaca para derribar “una escalera contigua a la muralla y sus casas Puerta de Sevilla”[50]. Posteriormente, el 3 de julio de 1777 De la Tijera firma una declaración a favor de su cuñado en la que afirma que su compra del año anterior la hizo “a instancia, pedimento y persuacion del dicho Don Antonio de Menchaca mi cuñado, y para el referido y con su propio Caudal y dinero”[51]. Días más tarde, el 6 de julio, Menchaca compra otra finca colindante con la anteriormente citada. En la escritura se dice que dicha casa estaba situada en la “Plazuela de la Puerta de Sevilla, que hacen Esquina a ella y a la calle que va a la Parroquia de San Marcos”, lindando “con el recinto de la muralla de esta ciudad” y “casas del expresado Don Antonio José de Menchaca que antes fueron de don Pedro Augustin Ribero” [52]. Cuando el 26 de abril de 1803 el canónigo venda la casa por 13.000 pesos a su propio cuñado Francisco Antonio de la Tijera, hará constar que la “labré y reedifiqué en el terreno que ocupaban las dos fincas adquiridas”[53].

Todas estas referencias nos hablan no sólo de la intención de construir una casa de mayores dimensiones, sino también de crear una fachada de cierta entidad que ocupara uno de los laterales de la plaza, gozando de evidente protagonismo urbano, lo que estamos viendo que fue una verdadera preocupación por parte de arquitectos y promotores de este tipo de edificios en estos años en la ciudad.

La casa estaría terminada el mismo año de 1777, fecha que aparece grabada en el reloj de sol de la fachada. Ciertamente, cuando el 20 de septiembre de 1778 hace testamento Menchaca, éste, que en anteriores documentos aparece como vecino de la “calle de la Polvera”, ya se declara “vesino de la collasion del Señor San Marcos Puerta de Sevilla”, aunque sorprende que no haga constar entre sus bienes su vivienda, sino sólo 24 aranzadas de viña y su librería o biblioteca[54].

Ya hemos dicho que en 1803 la casa pasa a ser propiedad de Francisco Antonio de la Tijera. Con él de nuevo se retoma la vinculación de la finca con la familia Rivero. Su yerno, llamado Pedro Agustín Rivero de la Herrán, terminó quedando a cargo de su actividad mercantil[55] y será el padre del célebre alcalde Rafael Rivero y de la Tijera, que terminaría dando nombre a la plaza y cuyo monumento se sitúa frente al edificio donde vivió[56]. En 1805, en el inventario de bienes redactado tras la muerte de De la Tijera, el inmueble es valorado en 216.510 reales[57].

Hasta ahora, resultaba arriesgado proponer una posible autoría para el proyecto arquitectónico de esta casa. No obstante, la documentación que hemos localizado de la reforma que se efectuase años antes en el palacio Carrizosa permite plantear la intervención en ambas de Juan Díaz por las estrechas similitudes entre sus respectivas portadas[58].

En efecto, hoy podemos presentar como una nueva obra documentada de Díaz de la Guerra la casa de los Carrizosa, también conocida como del Barón de Algar. La información emana del testamento de Rosa María Adorno de Guzmán Dávila y Spínola, viuda del veinticuatro Álvaro López de Carrizosa Perea, fechado el 15 de marzo de 1775[59]. Por esta escritura sabemos que después de la muerte de su marido, acaecida en 1770, dicha señora quedó al frente de la administración de los bienes de su hijo primogénito, Álvaro López de Carrizosa Perea y Adorno. Tras esto decide emprender una importante reforma en el edificio. En concreto, en su última voluntad nos indica que para “reedificar y hacer una nueba obra en las Casas principales de mi avitacion”, situadas en la collación de San Lucas, “calle de la Liebre a la Jabonería”, solicitó una Real Facultad para obtener 41.505 reales, que se encontraban depositados judicialmente en Écija y que procedían de un censo que su ayuntamiento pagaba al vínculo que fundó Juan de Perea y del que era poseedor su hijo mayor. Sin embargo, añade, tras haberse “apreciado la obra que se necesitaba hazer”, se fijó su coste en 95.000 reales. Por ello, Rosa María Adorno se vio obligada a suplir de su propio caudal el dinero restante “por la grande utilidad que en ello se le sigue a los Poseedores que fueran de dicho vinculo, teniendo casa desente y comoda con arreglo a sus notorias circunstancias”, beneficiando, además de a su primogénito, “a todos sus hermanos en tener desentes repartimientos y precisas diviciones para su avitacion, educacion y enseñanza, de que al presente carecían por lo muy reducido de las viviendas”. Finalmente, tras sacarse a subasta pública la obra, dicha señora nos informa que “fue rematada en Juan Díaz maestro de Alarife de esta ciudad en cantidad de sesenta mil reales de vellón”[60].   

De manera previa al inicio de los trabajos, el 10 de octubre de 1772, Rosa María Adorno otorga sendas escrituras: la primera de imposición de un censo sobre la casa y la segunda de obligación de costear la referida parte restante del total del costo de la obra[61]. En el primero de estos documentos se dice que la casa estaba “compuesta de salas y oficinas bajas, pero con proporcion para construir viviendas altas” y que habiendo sido “reconosidas estas por Peritos dicen que su Fabrica es antigua aunque sus Paredes de buenos materiales pero de avitaciones bajas”[62]. En este sentido, se indica que la casa pertenecía a otro vínculo que estaba bajo la posesión de su hijo, el fundado por Álvar Núñez Cabeza de Vaca en 1467[63], lo que demuestra el origen medieval de la misma.

Por tanto, la reforma, que parece estar finalizada en 1775, sería de gran envergadura. Debido a las diversas transformaciones posteriores que ha tenido el edificio, la última de ellas en los años ochenta del pasado siglo, el interior ha sufrido importantes modificaciones. La amplia escalera que da acceso a la planta superior parece corresponder a este momento pues hemos visto que toda la planta superior fue levantada con la reforma. Se cubre con una cubierta de sección trapezoidal decorada escuetamente con yeserías. Junto a escudos heráldicos, como los de López de Carrizosa y Dávila, aparecen dos grandes florones vegetales entre molduras de composiciones poligonales entrelazadas[64].

Fig. 5


En cualquier caso, el elemento más significativo fue, sin duda, la nueva fachada, construida en consonancia con las de otras casas levantadas por esos mismos años en la ciudad. Aunque se omite el usual soberado, mantiene la organización en torno a la monumental portada pétrea de dos cuerpos y balcón de dinámica planta (fig. 5).

Por otra parte, resulta sugestivo el trazado de la pequeña plaza que se dispone delante de esta fachada, aparentemente, para otorgar mayor visión a esta, procedimiento tan del gusto de la arquitectura jerezana de este tiempo. Aunque no podemos asegurarlo, en el citado testamento de Rosa María Adorno ésta afirma que “he labrado en el tiempo de mi viudes unas cocheras y almacenes de fabrica nueba  frente de las Puertas principales de las casas de mi avitacion”[65], obra que parece relacionada con la de la vivienda y tal vez motivara la particular configuración urbanística que acabamos de señalar. 

A la luz de este hallazgo documental podría comprenderse la elección de Díaz asimismo para dirigir la construcción de la casa de Antonio José de Menchaca. No hay que olvidar la relación profesional previa que el arquitecto había establecido con el propio Menchaca cuando bajo la administración de este último dirigió una serie de reformas en el Hospital de la Sangre entre 1774 y 1776[66]. Tampoco olvidemos la vinculación del cuñado del clérigo con el Marqués de Montana, cuyo palacio fue también levantado por Díaz de la Guerra por esos mismos años.

Fig. 6


Del mismo modo, es posible avanzar en el conocimiento de la obra de este, cada vez más interesante, arquitecto jerezano, que se presenta ya con toda claridad como una figura clave para entender la arquitectura doméstica jerezana de su tiempo. De hecho, la fachada principal de la casa de Menchaca es una de las que presenta un diseño más cuidado entre todas las que estamos estudiando. En la portada, el sacerdote le debió de pedir a Díaz que repitiera el diseño de la de la casa de los Carrizosa, que aquí se copia con sólo puntuales modificaciones que vienen a avanzar en una mayor barroquización (fig. 6). De esta manera, hace reposar todo el conjunto sobre un podio abombado que remite a una obra del mismo arquitecto, la portada de la iglesia de San Francisco. También añade dos cuartos de columnas a cada lado del cuerpo bajo y da mayor plasticidad y movimiento a la moldura mixtilínea que bordea la puerta, que llega aquí a quebrar el arquitrabe. Sobre el dintel de este vano y encima del que se abre al balcón coloca además sendas cabezas de indudables recuerdos a las que vemos en las esquinas exteriores y en las arquerías del patio de Domecq. El segundo cuerpo es casi una repetición literal del visto en Carrizosa pero llama la atención la mejor resolución de las dos volutas que sirven de remate, cuya disposición oblicua o en perspectiva es un recurso que emplea Juan Díaz en la pequeña y sobria portada de la fachada lateral del palacio Domecq que da a la plaza Aladro.

4.      Una obra perdida: la casa de los Vargas en la plaza de las Angustias

No queremos acabar este estudio sin mencionar otra interesante construcción levantada en estos mismos años pero que, lamentablemente, no se conserva. Nos referimos a la casa que se alzaba en la esquina de la calle Corredera con plaza de las Angustias. En un trabajo anterior dimos a conocer algunos datos sobre ella y planteamos la atribución de sus trazas a Juan Díaz de la Guerra[67]. De este modo, ya sabíamos que en 1774 un tal José de Vargas, “labrador y Hacendado en esta ciudad”, se dirige al Ayuntamiento indicando que “tiene en su propiedad en la calle de la Corredera unas casas esquina que miran a las Angustias y lindan por un costado con casas de Don Antonio Cabezas y por otro con las de Francisco Cabral, las que intenta construir de nueva fabrica, para lo que esta derribando, e inmediato a abrir cimientos”. Para ello pide que la calle se “acordele conforme a ordenanza con las referidas casas principales”, señalando que la finca preexistente “estava de figura aguda y para que quedase perfecta la puso en figura quadrada”[68].

            A partir de esta información hemos indagado en el promotor de la obra, Diego José de Vargas, logrando localizar nuevas noticias sobre él y sobre la edificación de su casa a partir de la partición de sus bienes, fechada en 1781.

            En primer lugar, hay que decir que el inventario del cuerpo de bienes del difunto nos presenta diversas propiedades agrarias y ganaderas, muy en la línea de lo visto con Francisco de Celis, aunque en este caso se confirman ciertas inversiones en el negocio de vino, recogiéndose 648 arrobas de vino de yema “en lías”, 208 arrobas de vino aguapié y 50 arrobas de vinagre[69]. El total de propiedades se sitúa en los 507.333 reales[70], dentro del nivel medio ya señalado para los labradores.  

Respecto a la casa, se recogen los linderos ya mencionados más arriba, añadiéndose que a las espaldas daban a “bodegas y almacenes pertenesientes a las cassas de este cuerpo”. El aprecio es llevado a cabo, de manera significativa, por Juan Díaz, así como por el carpintero Pedro Letrán, valorándose en 138.885 reales. Se indica, curiosamente, que el inmueble sobre el que se construyó fue comprado a Juan Haurie el 13 de noviembre de 1773[71].

            Cuando Vargas muere el 22 de octubre de 1776 aún no se había concluido el edificio ni se había llegado a trasladar a vivir a ella. Ello motivó que su viuda, Micaela de Fontanilla, tuviera que afrontar la terminación de los trabajos de la nueva casa, la cual se estaba “obrando al tiempo del fallecimiento”. Las cuentas por la conclusión de la obra aparecen recogidas en la referida partición. Comienzan el 25 de octubre de 1776 y terminan el 29 de agosto de 1777. Como ocurre con las que se realizan por la conclusión de la casa de Celis, tenemos aquí también la desafortunada circunstancia de que no se hace referencia en ellas de forma concreta al arquitecto que dirigió la obra, recogiéndose sólo partidas por los jornales “del maestro de dicha obra, oficiales y peones”. También se cita el trabajo anónimo de un herrero, un cerrajero, un tallista, un pintor, un velonero o unos empedradores, estos últimos “para empedrar la jurisdiccion propia de dicha casa”. Sí se constata la intervención del carpintero José Tejeda a través de distintos pagos[72]. Igualmente, se apuntan por cada uno de los meses diversas cantidades de materiales, como son madera, cal, yeso, hierro, “losas de Génova”, ladrillos o “cantos”. Asimismo, son curiosos algunos gastos, como los 120 reales por el “farol de la Virgen que esta en la esquina” o los 2.310 reales por el “brocal del argive y su conducion de Cadiz”[73]. Junto a ciertas obras de menor entidad en otras fincas de la familia, el costo de todo ello alcanzó los 46.239 reales[74]. El traslado de los Vargas a la casa se produce finalmente el 24 de junio de 1777[75].

La casa fue derribada en la década de los setenta del siglo pasado. Se conservan algunas fotografías del exterior, destacando sobre todo la esquina, que ya fue reproducida en su día por Sancho Corbacho[76] y que nos permitió relacionarla con las del Palacio de Villapanés por el similar diseño de las hornacinas y plantear su atribución a Díaz de la Guerra.

A Juan Díaz lo hemos visto apreciando de manera significativa el inmueble tras su terminación, lo que permite seguir fundamentando su autoría. Recordemos además que la reforma de Villapanés, cuyas obras consta que la estaba dirigiendo él a principios de 1776[77], parece coincidir en el tiempo con las de la vivienda de los Vargas.

Fig. 7


Y a los argumentos documentales hay que unir los formales. De este modo, si en Villapanés son los arcángeles San Miguel y San Rafael, aquí era una imagen de la Virgen la que presidía la esquina, como la documentación prueba y el anagrama de María en el propio nicho demostraba, aunque en algún momento fue sustituida por la cruz que se observa en las referidas fotografías. El remate trilobulado y la ménsula curvilínea de estas hornacinas permiten suponer la mano de un mismo arquitecto (fig. 7). Algo que también se manifiesta en el dibujo de las molduras mixtilíneas que rodeaban los huecos de los balcones principales que centraban las dos fachadas de la casa (fig. 8), que recordaban mucho a las ventanas que Díaz trazaría para el palacio de Villapanés en el lateral de la calle Cerro Fuerte.

Fig. 8


Junto a todo esto, de nuevo, encontramos la idea de buscar un papel protagonista para estas construcciones en su inmediato entorno urbano, en este caso acentuando la decoración en las esquinas. Es llamativo, en este sentido, que en ambos ejemplos sus respectivos promotores solicitaran al cabildo municipal poder modificar ligeramente el trazado de las calles para poder corregir el ángulo de dichas esquinas, tal y como solicita el marqués de Villapanés en 1766[78] y Diego José de Vargas en 1774. Ello prueba el indudable interés que los dos tuvieron en cuidar el trazado de esta crucial parte de sus casas, enfatizándola como punto de división entre calles y como generadora de teatrales perspectivas barrocas.


BIBILOGRAFÍA

ALONSO DE LA SIERRA FERNÁNDEZ, Juan. Las torres-miradores de Cádiz. Cádiz: Caja de Ahorros de Cádiz, 1984.

AROCA VICENTI, Fernando. Arquitectura y urbanismo en el Jerez del siglo XVIII. Jerez de la Fra.: Centro Universitario de Estudios Sociales, 2002.

-          “Arquitectura civil jerezana del siglo XVIII. Revisión y nuevos datos”. Laboratorio de Arte, 2005, 18, , pp. 327-339.

-          De la ciudad de Dios a la ciudad de Baco. La arquitectura y urbanismo del vino de Jerez (siglos XVIII-XX). Jerez de la Fra: Remedios 9 Ediciones, 2007.

-          “Licencias y obras particulares en la arquitectura y urbanismo del siglo XVIII jerezano”. En: PÉREZ MULET, Fernando (dir.) y AROCA VICENTI (coord.). Nuevas aportaciones a la Historia del Arte en Jerez de la Frontera y su entorno. Cádiz: Universidad de Cádiz y Asociación Jerezana de Amigos del Archivo, 2016, pp. 187-203.

FERRADOR, Martín. “El Marqués de Montana”. Revista del Ateneo, Enero de 1927, nº 30, Jerez de la Fra., pp. 6-8.

GARCÍA FIGUERAS Tomás. “La embajada de «El Gazzal» (1766) (nuevos datos para su estudio)”, África. Revista de Estudios Hispano-Africanos, Mayo 1936, nº 137, pp. 86-89.

-          “La embajada de «El Gazzal» (1766) (nuevos datos para su estudio)”, África. Revista de Estudios Hispano-Africanos, Junio 1936, nº 138, pp. 107-111.

GONZÁLEZ BELTRÁN, Jesús Manuel. “Aproximación social a la estructura del capital. Jerez de la Frontera (1750-1790)”. Trocadero: Revista de Historia Moderna y Contemporánea, 2001, nº 12-13, pp. 211-252.

GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Rosalía y AGUILAR MOYA, Laureano. El sistema defensivo islámico de Jerez de la Frontera: fuentes para su reconstrucción virtual. Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2011.

LEÓN, Antonio de. Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental Náutica y Geográfica. Madrid: 1629.

MALDONADO ROSSO, Javier. La formación del capitalismo en el marco del Jerez. de la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos XVIII y XIX). Madrid: Huerga y Fierro editores, 1999.

-           “Liberalismo frente a reformismo ilustrado: Pleito entre burguesía y clero por unos arbitrios en Jerez ( 1772-1778)”. Revista de Historia de Jerez, 2008-2009, nº 14-15, pp. 157-176.

MORENO ARANA, José Manuel. “Notas documentales para la Historia del Arte del siglo XVIII en Jerez”. Revista de Historia de Jerez, 2003, nº 9, pp. 85-101.

-          “Aportaciones al estudio de la arquitectura civil del siglo XVIII en Jerez de la Frontera: el Palacio de Villapanés”. Laboratorio de Arte, 2008, nº 20, Sevilla, pp. 157-181.

-          “El Palacio Domecq de Jerez de la Frontera y el arquitecto Juan Díaz de la Guerra”. Boletín de Arte, 2014, nº 35, pp. 207-226.

-           El retablo en Jerez de la Frontera durante el siglo XVIII. Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2014.

MORENO ARANA, José Manuel y MORENO ARANA, Juan Antonio. “Coleccionismo artístico en el Setecientos jerezano”. En HOLGUERA CABRERA, Antonio, PRIETO USTIO, Ester y URIONDO LOZANO María (coords.).  Coleccionismo, Mecenazgo y Mercado Artístico: su proyección en Europa y América. Sevilla: Universidad de Sevilla, 2018, pp. 159-174.

MORENO ARANA, Juan Antonio. “Las lecturas de un aristócrata "de negocios" de fines del siglo XVIII: la biblioteca del jerezano Antonio Cabezas de Aranda y Guzmán, I Marqués de Montana”. Trocadero, 2016, nº 28, pp. 25-50.

MALDONADO ROSSO, Javier. La formación del capitalismo en el marco del Jerez. de la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos XVIII y XIX). Madrid: Huerga y Fierro editores, 1999.

MUÑOZ Y GÓMEZ, Agustín. Noticia Histórica de las Calles y Plazas de Xerez de la Frontera. Jerez de la Fra.: Imprenta de “El Guadalete”, 1903.

PAN FERGUSON, Manuel. La vendimia y sus problemas en el siglo XVIII. Jerez de la Fra.: Jerez Industrial, 1952.

PÉREZ REGORDÁN, Manuel. El jerezano Andrés Benítez y su concepto del Rococó. Jerez de la Fra.: Centro de Estudios Históricos Jerezanos, 1995

PINTO PUERTO, Francisco (coor.). La casa palacio Bertemati (1776-2006). Restauración y rehabilitación para sede del Obispado de Asidonia-Jerez. Jerez de la Fra.: Obispado de Asidonia-Jerez, 2007.

REPETTO BETES, José Luis. La obra del templo de la Colegial de Jerez de la Frontera. Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 1978.

SANCHO CORBACHO, Antonio. Jerez y los Puertos: Estudio histórico-artístico. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica, 1947.  

-          Arquitectura barroca sevillana de siglo XVIII. Madrid: Instituto Diego Velázquez, 1952.

SERRANO PINTEÑO, Javier. “Reformas barrocas en el Hospital de la Sangre de Jerez de la Frontera: Juan Díaz de la Guerra y Rodrigo de Alva”. Revista de Historia de Jerez, 2004, nº 10, pp. 105-112.

 



[1] MALDONADO ROSSO, Javier. La formación del capitalismo en el marco del Jerez. de la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos XVIII y XIX). Madrid: Huerga y Fierro editores, 1999, pp. 101-115.

[2] MORENO ARANA, José Manuel. “Aportaciones al estudio de la arquitectura civil del siglo XVIII en Jerez de la Frontera: el Palacio de Villapanés”. Laboratorio de Arte, 2008, nº 20, Sevilla, pp. 157-181.

[3] MORENO ARANA, José Manuel. “Notas documentales para la Historia del Arte del siglo XVIII en Jerez”. Revista de Historia de Jerez, 2003, nº 9, pp. 97-100. ÁLVAREZ LUNA, Ángeles, AROCA VICENTI, Fernando, GUERRERO VEGA, José María y ROMERO BEJARANO, Manuel. “La historia de la casa Bertemati”. En: PINTO PUERTO, Francisco (coor.). La casa palacio Bertemati (1776-2006). Restauración y rehabilitación para sede del Obispado de Asidonia-Jerez. Jerez de la Fra.: Obispado de Asidonia-Jerez, 2007, pp. 37-52.

[4] AROCA VICENTI, Fernando. “Arquitectura civil jerezana del siglo XVIII. Revisión y nuevos datos”. Laboratorio de Arte, 2005, nº 18, pp. 328-332. Sobre Alonso Sánchez Triano ver la partición de sus bienes tras su muerte: Archivo de Protocolos Notariales de Jerez de la Frontera (APNJF), tomo 2984, oficio VII, escribano Manuel de Sousa Carrillo, año 1799, f. 133.

[5] Para Pemartín ver: AROCA VICENTI, Fernando. “Licencias y obras particulares en la arquitectura y urbanismo del siglo XVIII jerezano”. En: PÉREZ MULET, Fernando (dir.) y AROCA VICENTI (coord.). Nuevas aportaciones a la Historia del Arte en Jerez de la Frontera y su entorno. Cádiz: Universidad de Cádiz y Asociación Jerezana de Amigos del Archivo, 2016, pp. 189-193.

[6] MORENO ARANA, José Manuel. “Notas documentales para la Historia del Arte”, pp. 96-97 y 100.

[7] APNJF., tomo 2779, oficio XXII, escribano Manuel de Morales Romero, año 1778, f. 280.

[8] MORENO ARANA, José Manuel. “El Palacio Domecq de Jerez de la Frontera y el arquitecto Juan Díaz de la Guerra”. Boletín de Arte, 2014, nº 35, pp. 207-226.

[9] Para un acercamiento a su personalidad a través de su biblioteca ver: MORENO ARANA, Juan Antonio. “Las lecturas de un aristócrata "de negocios" de fines del siglo XVIII: la biblioteca del jerezano Antonio Cabezas de Aranda y Guzmán, I Marqués de Montana”. Trocadero, 2016, nº 28, pp. 25-50.

[10] MALDONADO ROSSO, Javier. La formación del capitalismo, pp. 284-288.

[11] FERRADOR, Martín. “El Marqués de Montana”. Revista del Ateneo, Enero de 1927, nº 30, Jerez de la Fra., p. 7.

[12] Su patrimonio superó los 5.000.000 reales: MORENO ARANA, José Manuel y MORENO ARANA, Juan Antonio. “Coleccionismo artístico en el Setecientos jerezano”. En HOLGUERA CABRERA, Antonio, PRIETO USTIO, Ester y URIONDO LOZANO María (coords.).  Coleccionismo, Mecenazgo y Mercado Artístico: su proyección en Europa y América. Sevilla: Universidad de Sevilla, 2018, p. 164.

[13] APNJF., tomo 2936, oficio XI, escribano Antonio Romero Martínez, año 1794, f. 589.

[14] MALDONADO ROSSO, Javier. La formación del capitalismo, p. 115. Ver también: MALDONADO ROSSO, Javier. “Liberalismo frente a reformismo ilustrado: Pleito entre burguesía y clero por unos arbitrios en Jerez ( 1772-1778)”. Revista de Historia de Jerez, 2008-2009, nº 14-15, pp. 157-176.

[15] APNJF., tomo 2884, oficio XXII, escribano Manuel de Morales Romero, año 1793, ff. 129v-130.

[16] PAN FERGUSON, Manuel. La vendimia y sus problemas en el siglo XVIII. Jerez de la Fra.: Jerez Industrial, 1952, p. 50. Falcón llegó a ser oficial en el taller del escultor y retablista Francisco Camacho de Mendoza: MORENO ARANA, José Manuel. El retablo en Jerez de la Frontera durante el siglo XVIII. Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2014, pp. 266-267.

[17] APNJF., tomo 2884, oficio XXII, escribano Manuel de Morales Romero, año 1793, ff. 130v-132 y 151. El último de ellos se cita en su codicilo.

[18] Archivo Municipal de Jerez de la Frontera (AMJF), sección Estadística y Elecciones, Padrones, vol. 4, 1778, ff. 135v-136.

[19] En la calle Chancillería nº 14 encontramos una portada de un diseño prácticamente idéntico, aunque omitiendo la pareja de cabezas y añadiendo ornamentación fitomórfica. Se trata de una casa del siglo XVI que debió de sufrir una importante reforma durante estos años, muy posiblemente por el mismo arquitecto que interviene en la de Haurie.

[20] Como tales son identificados dos personajes de similares tocados, vinculados a las Indias occidentales y orientales, en la portada de un libro que acaso pudo conocer el promotor del edificio: LEÓN, Antonio de: Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental Náutica y Geográfica. Madrid, 1629.

[21] Para las torres gaditanas ver: ALONSO DE LA SIERRA FERNÁNDEZ, Juan. Las torres-miradores de Cádiz. Cádiz: Caja de Ahorros de Cádiz, 1984.

[22] AROCA VICENTI, Fernando. De la ciudad de Dios a la ciudad de Baco. La arquitectura y urbanismo del vino de Jerez (siglos XVIII-XX). Jerez de la Fra: Remedios 9 Ediciones, 2007, p. 110.

[23] GARCÍA FIGUERAS Tomás. “La embajada de «El Gazzal» (1766) (nuevos datos para su estudio)”, África. Revista de Estudios Hispano-Africanos, nº 137, Mayo de 1936, p. 111.

[24] Fue una de las grandes fortunas de su época, superando sus bienes el valor de 2.000.000 reales: MORENO ARANA, José Manuel y MORENO ARANA, Juan Antonio. “Coleccionismo artístico en el Setecientos jerezano”, p. 164.

[25] GARCÍA FIGUERAS Tomás. “La embajada de «El Gazzal»”, p. 111.

[26] GARCÍA FIGUERAS Tomás. “La embajada de «El Gazzal» (1766) (nuevos datos para su estudio)”, África. Revista de Estudios Hispano-Africanos, nº 138, Junio 1936, p. 87.

[27] APNJF., tomo 2879, oficio XVIII, escribano Juan Alonso Barrera, año 1794, f. 57.

[28] GARCÍA FIGUERAS Tomás. “La embajada de «El Gazzal»”, nº 138, p. 87.

[29] MORENO ARANA, José Manuel. El retablo en Jerez de la Frontera durante el siglo XVIII, pp. 448 y 465-466.

[30] MORENO ARANA, José Manuel y MORENO ARANA, Juan Antonio. “Coleccionismo artístico en el Setecientos jerezano”, p. 164.

[31] GONZÁLEZ BELTRÁN, Jesús Manuel. “Aproximación social a la estructura del capital. Jerez de la Frontera (1750-1790)”. Trocadero: Revista de Historia Moderna y Contemporánea, 2001, nº 12-13, p. 235.

[32] AMJF., sección Estadística y Elecciones, Padrones, vol. 4, 1776, 436v

[33] APNJF., tomo 2731, oficio XI, escribano Alonso Romero de Carrión, año 1773, f. 824.

[34] APNJF., tomo 2713, oficio IX, escribano Francisco Fernández Gutiérrez, año 1771, f. 232.

[35] Ibídem, f. 329.

[36] Aparece trabajando también en la casa rectoral de San Miguel años después: AROCA VICENTI, Fernando. “Arquitectura civil jerezana del siglo XVIII. Revisión y nuevos datos”, p. 334.

[37] APNJF., tomo 2731, oficio XI, escribano Alonso Romero de Carrión, año 1773, f. 808v.

[38] APNJF., tomo 2881, oficio XI, escribano Antonio Romero Martínez, año 1789, ff. 337v-338. El aprecio lo efectúan los arquitectos Juan Díaz de la Guerra y Juan Martínez y los carpinteros Gonzalo Ramos y Juan Falcón.

[39] APNJF., tomo 2899, oficio XI, escribano Antonio Romero Martínez, año 1790, ff. 856-864.

[40] Aparece trascrito en el inventario de los bienes del matrimonio Aranda-de los Ríos: APNJF., tomo 3009, oficio X, escribano Ramón de Fuentes Cantillana, año 1803, ff. 951v-952.

[41] MORENO ARANA, José Manuel. “Notas documentales para la Historia del Arte”, p. 98, nota 66.

[42] Esto lo vemos, por ejemplo, con el propio Bargas y la casa de Juan Dávila Mirabal: ÁLVAREZ LUNA, Ángeles, AROCA VICENTI, Fernando, GUERRERO VEGA, José María y ROMERO BEJARANO, Manuel. “La historia de la casa Bertemati”, pp. 43-44).

[43] Se le cita entre los carpinteros de lo blanco de la ciudad en 1771 en relación al pleito de Andrés Benítez: PÉREZ REGORDÁN, Manuel. El jerezano Andrés Benítez y su concepto del Rococó. Jerez de la Fra.: Centro de Estudios Históricos Jerezanos, 1995, p. 139.

[44] ÁLVAREZ LUNA, Ángeles, AROCA VICENTI, Fernando, GUERRERO VEGA, José María y ROMERO BEJARANO, Manuel. “La historia de la casa Bertemati”, pp. 37-44

[45] AROCA VICENTI, Fernando. Arquitectura y urbanismo en el Jerez del siglo XVIII. Jerez de la Fra.: Centro Universitario de Estudios Sociales, 2002, p. 216.

[46] PINTO PUERTO, Francisco. “La arquitectura de la casa Bertemati”. En: PINTO PUERTO, Francisco (coor.). La casa palacio Bertemati, pp. 114-116.

[47] Se recoge copia junto al inventario post mortem de sus bienes: APNJF., tomo 2747, oficio VI, escribano Diego de Flores Riquelme, año 1774, ff. 393-394.

[48] REPETTO BETES, José Luis. La obra del templo de la Colegial de Jerez de la Frontera. Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 1978, p. 218

[49] APNJF., tomo 2775, oficio VI, escribano Diego de Flores Riquelme, año 1777, f. 327.

[50] AMJF, Actas Capitulares, año 1776, f. 155. Esta escalera daba acceso al adarve de la propia muralla. La noticia se cita en: GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Rosalía y AGUILAR MOYA, Laureano. El sistema defensivo islámico de Jerez de la Frontera: fuentes para su reconstrucción virtual. Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2011, p. 69.

[51] APNJF., tomo 2775, oficio VI, escribano Diego de Flores Riquelme, año 1777, f. 327.

[52] Ibídem, f. 331. 

[53] APNJF., tomo 3029, oficio V, escribano Cristóbal González Barrero, año 1803, ff. 461-464.

[54] APNJF., tomo 2785 bis, oficio IV, escribano Pedro Caballero Infante, año 1778, ff. 213-215.

[55] Así consta por el testamento de Francisco Antonio de la Tijera, fechado el año siguiente: APNJF., tomo 3037, oficio V, escribano Cristóbal González Barrero, año 1804, ff. 182-185.

[56] MUÑOZ Y GÓMEZ, Agustín. Noticia Histórica de las Calles y Plazas de Xerez de la Frontera. Jerez de la Fra.: Imprenta de “El Guadalete”, 1903, pp. 196-197.

[57] APNJF., tomo 3046, oficio V, escribano Cristóbal González Barrero, año 1805, ff. 777v-779.

[58] Ya Sancho Corbacho veía en ambas la mano de un mismo arquitecto: SANCHO CORBACHO, Antonio. Jerez y los Puertos: Estudio histórico-artístico. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica, 1947, p. XVI.  

[59] APNJF., tomo 2753, oficio XVII, escribano Juan José Lasso de la Vega, año 1775, ff. 337-348.

[60] Ibídem, ff. 343v-345.

[61] APNJF., tomo 2726, oficio XVII, escribano Juan José Lasso de la Vega, año 1772, ff. 353-370.

[62] Ibídem, ff. 355v-356.

[63] Ibídem, f. 353.

[64] En una de las actuales viviendas se conserva un salón con una cubierta similar. Agradecemos a D. José Luis Jiménez García que nos facilitara el acceso al edificio.

[65] APNJF., tomo 2753, oficio XVII, escribano Juan José Lasso de la Vega, año 1775, f. 343.

[66] SERRANO PINTEÑO, Javier. “Reformas barrocas en el Hospital de la Sangre de Jerez de la Frontera: Juan Díaz de la Guerra y Rodrigo de Alva”. Revista de Historia de Jerez, 2004, nº 10, pp. 110-111.

[67] MORENO ARANA, José Manuel. “Aportaciones al estudio de la arquitectura civil”, p. 174.

[68] AHMJF., Actas Capitulares, año 1774, f. 435.

[69] APNJF., tomo 2804, oficio XVI, escribano Manuel Guerrero y Farfán, año 1781, f. 669.

[70] Ibídem, f. 700v.

[71] Ibídem, ff. 644-646.

[72] También trabajó en la construcción de la casa rectoral de San Miguel entre 1777 y 1778: AROCA VICENTI, Fernando. “Arquitectura civil jerezana del siglo XVIII. Revisión y nuevos datos”, p. 334. Sobre Tejeda, que llegó a ser también retablista, ver: MORENO ARANA, José Manuel. El retablo en Jerez de la Frontera durante el siglo XVIII, pp. 526-528.

[73] APNJF., tomo 2804, oficio XVI, escribano Manuel Guerrero y Farfán, año 1781, ff. 609-616.

[74] Ibídem, f. 635v.

[75] Ibídem, f. 557v.

[76] SANCHO CORBACHO, Antonio. Jerez y los Puertos, lámina 332. SANCHO CORBACHO, Antonio. Arquitectura barroca sevillana de siglo XVIII. Madrid: Instituto Diego Velázquez, 1952, lámina 332.

[77] MORENO ARANA, José Manuel: “Aportaciones al estudio de la arquitectura civil”, p. 166.

[78] AROCA VICENTI, Fernando. Arquitectura y urbanismo en el Jerez del siglo XVIII, pp. 132-135.

No hay comentarios:

Publicar un comentario